jueves, 19 de abril de 2018

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO IV PASCUA CICLO B - 22 ABRIL 2018

EL BUEN PASTOR


ORACION COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, condúcenos hacia los gozos celestiales, ara que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzo la fortaleza Jesucristo, su pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 8-12

En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogan hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos ustedes y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante ustedes. Jesús es la piedra que desecharon ustedes, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

SALMO RESPONSORIAL (117)

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes. R.

Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo la hecho, ha sido un milagro patente. R.

Bendito el que viene en nombre del Señor, les bendecimos desde la casa del Señor. Tu eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2

Queridos hermanos: Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!. El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.».

COMENTARIO

El pequeño rebaño de Jesús ha crecido y no dejará de crecer; podemos ya contemplar la formación de un pueblo inmenso. Profetizando sin saberlo, el sumo sacerdote Caifás dirá: “¡Que muera un solo hombre por todo el pueblo!”. Y Juan añadirá: “Sí, para reunir a todos los a todos los hijos de Dios que andaban dispersos”.
A lo largo de los signos, converge hacia Jesús un pueblo que desafía la imaginación cuando se pone uno a pensar en la fantástica agrupación final.
Hay en esto algo que nos preocupa; nuestro lugar en medio de ese inmenso gentío. Sobre todo si estamos acostumbrados a pensar en Cristo en términos de intimismo, hemos de hacer un esfuerzo para ponernos en sintonía con el proyecto de Dios: “Les quiero formando un pueblo, les amo siendo un solo pueblo”.
Participamos de una aventura prodigiosa: toda la historia de los hombres y su agrupación en torno a Jesús.
Pero ¿qué hacer entonces de esa imagen tan hermosa de Jesús cargando sobre sus hombros una oveja perdida, una oveja amada?  Esa imagen sigue siendo verdadera. Jesús posee un doble

poder que nunca podrá tener ningún otro unificador: caudillo del gentío más inmenso, puede sin saberlo mantener con dada uno de nosotros la relación más personal y más íntima.
 Para confirmarlo, nos dice aquellas palabras cariñosas: “Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”.
Y lo que sigue es tan fuerte que uno se pregunta si lo ha oído bien: yo me veo distinguido y amado por Jesús, él quiere entablar conmigo unas relaciones comparables (el cómo de Juan) al amor mismo que lo une con el Padre.  ¿Por qué no sabemos decir al mundo    entero   que  no  hay en la tierra ningún hijo perdido, ninguna soledad?  Se está reuniendo un pueblo para que agrupe a todos los que se excluya a nadie.
Todos los hombres son llamados: “Tengo otras ovejas”, dice Jesús.  No cerremos el redil, no digamos nunca: “Esos están lejos de Cristo”. 
En la eternidad sabremos quién estaba más cerca de Jesús en lo más denso del gentío.

PLEGARIA UNIVERSAL

A Dios, Padre todopoderoso, que resucito a Jesús nuestro jefe y salvador, presentémosle nuestras plegarias. A cada petición diremos: R.- ¡Escúchanos, Padre!.

1.- Por el Papa Francisco para que siga siendo ejemplo vivo de Jesús Buen Pastor, y que como el, los obispos, los sacerdotes y quienes les colaboran en la acción pastoral puedan estar al lado de los hermanos con las actitudes del Pastor Bueno.  Roguemos al Señor.

2.- Por quienes ejercen la autoridad en nuestra Patria, para que gobiernen buscando la justicia y el bien común por encima de sus propios intereses. Roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos y los que se sienten solos y abandonados, para que puedan experimentar la cercanía y el amor de Jesús a través de personas solidarias que les brinden compañía y amor. Roguemos al Señor.

4.- Por los jóvenes para que descubran la belleza de la fe cristiana, se dejen atraer y fascinar por Cristo y estén dispuestos a entregar su vida por el bien de los hermanos. Roguemos al Señor.

5.- Por los niños y jóvenes que se preparan para celebra el sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión, para que el encuentro que viven con Jesús de estos sacramentos, puedan seguir fortaleciéndose en su ambiente familiar. Roguemos al Señor.

6.- Por nuestra comunidad Parroquial, pequeño rebaño de Cristo, para que conozca mejor a su Señor y le siga con fe y con amor. Roguemos al Señor.

Padre Santo, que has querido que tu Hijo Jesús sea el verdadero pastor de tu pueblo, acoge nuestras suplicas y haznos discípulos de Aquel que no ha venido a ser servido sino a servir y dar la vida por todos y que vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Señor Dios, por estos misterios pascuales concédenos ser constantes en la acción de gracias, para que la continua eficacia de la obra redentora sea fuente de inagotable alegría. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Te pedimos, Pastor bueno, que cuides con solicitud a tu rebaño, y conduzcas hacia las praderas eternas a las ovejas que redimiste con la preciosa sangre de tu Hijo. Que vive y reina por los silos de los siglos.


PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 23: Hch 11, 1-18; Sal 41; Jn 10, 1-10.
Martes 24: Hch 11, 19-26; Sal 86; Jn 10, 22-30.
Miércoles 25: 1Jn 5, 5b-14; Sal 88; Jc 16, 15-20.
Jueves 26: Hch 13, 13-25; Sal 88; Jn 13, 16-20.
Viernes 27: Is 6, 1-8; (o bien: 1Co 4, 1-5); Sal 116; Mt 28, 16-20.
Sábado 28: Hch 13, 44-52; Sal 97; Jn 14, 7-14.
Domingo 29: Hch 9, 26-31; Sal 21; 1Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 10, 11-18

1.- El capítulo 10 de Jn contiene la alegoría del pastor modelo, constituyendo una verdadera síntesis del misterio de la salvación. En el v. 11 tenemos una definición descriptiva de Jesús como pastor. Este tema abre una serie de relaciones entre Jesús y los suyos haciendo ver que el conocimiento mutuo no es un conocimiento de tipo psicológico, ni un conocimiento entre maestro y discípulo, sino que es un conocimiento de amor, basado en las relaciones del Padre con Jesús. Por eso mismo, toda relación entre los que creen debe tener como base un amor real.
Traduzcamos hoy amor por respeto, comprensión, justicia, igualdad, cariño. En el grupo de los que creen la "autoridad" es Jesús, autoridad de uno que no tiene mayor interés que el de servir como sea.
Jesús hace un acto de radical generosidad con el hombre al que considera hermano de verdad: el dueño de la vida ("entregar-recuperar", fórmula de totalidad, v. 18) da su vida en favor de los que quiere. No hay aquí ningún rasgo de altiva beneficencia, sino la sencillez del que ofrece lo que más quiere por el amor que tiene a otro. De tal modo es radical la entrega que esta muerte adquiere una dimensión salvadora, un valor absoluto.
Subyace aquí un tema profético: la universal y unidad del rebaño. Ya la antigua profecía (Is 60-61) había intuido que el mensaje de la Palabra, el don de Dios, no podía quedar reducido a las estrecheces históricas de un pueblo. Jesús, por medio del pensamiento del autor, muestra con claridad que su don al hombre ha llevado dicha universalidad a las últimas consecuencias.
Comienza a nacer la nueva comunidad mesiánica. El grupo de los que creen es lo menos parecido a un coto cerrado. Igual para todos y todos iguales. Un ideal que hay que construir.
Eucaristía 1991/20

2.- La figura del pastor fue todo un símbolo en Israel y en el contexto histórico-cultural en el que vivió.
En la literatura oriental antigua en general y, concretamente en la Biblia, se da el nombre de pastores a los reyes y jefes de los pueblos. Las relaciones de Yavhé con su pueblo Israel se ilustran con imágenes tomadas de la vida de los pastores. Ante la corrupción de los "pastores" de Israel, sean reyes o sacerdotes, se alza la voz de los profetas, quienes anuncian que, al fin, Dios mismo se hará cargo del rebaño o que suscitará de la estirpe de David un buen pastor que rija con justicia a su pueblo (Jr 23, 1-6; Ez 34, 23; 37, 24). Cuando Jesús dice que es el buen pastor, se refiere a estas profecías y se presenta como el Mesías prometido; pero en el evangelio de Juan el símbolo del pastor, aplicado a Jesús, ha perdido todo el significado de dominio sobre las ovejas.
No se trata aquí solamente de decir lo que hace el buen pastor, sino de la definición del buen pastor. Jesús es el buen pastor porque da la vida por sus ovejas.
El asalariado es todo lo contrario del buen pastor. En vez de dar la vida por las ovejas, vive de ellas. Por eso las abandona a su suerte cuando llega el peligro. No hay que pensar que el texto hace alusión a los fariseos del tiempo de Jesús o a los que se presentaron como Mesías y llevaron al pueblo al matadero.
Asalariados, falsos pastores, demagogos de toda clase los hubo entonces y los hay ahora.
En cambio, no ha habido ni puede haber otro que sea el buen pastor. Nótese el contexto pascual en el que debe entenderse la expresión "Yo soy". Jesús, el Señor resucitado, es el "buen pastor". Nadie puede ocupar su lugar, nadie puede representarlo en el sentido de desplazarlo o sustituirlo. El "buen pastor" no tiene sucesores, pues vive y es hoy el "buen pastor". Los que se llaman pastores en la Iglesia sólo pueden hacer presente o visible el servicio de Cristo dando la vida por las ovejas de Cristo.
Las ovejas no son de Pedro ni de los sucesores de Pedro, ni de los obispos; son siempre las ovejas de Cristo. Y Cristo mantiene con ellas relaciones personales de conocimiento y de amor, las mismas que se dan entre él y el Padre.
Eucaristía 1988/21



3.- Retomamos el cuarto evangelio hacia la mitad. En un momento especialmente tenso debido al intercambio de graves acusaciones entre las partes en litigio. Jn. 10, 1-18 puede considerarse como un auténtico alegato en el que el autor razona el pastoreo de Jesús frente a las pretensiones de pastoreo de los guías religiosos. (A propósito del lenguaje de los diálogos en el cuarto evangelio puede consultarse el comentario del cuarto domingo de cuaresma a Jn. 3, 14-21. Al comentar un diálogo de Juan es más exacto hablar de significado de Jesús que de palabras de Jesús).
El razonamiento del pastoreo de Jesús arranca de un símil tomado de la vida no metafórica de los pastores: la llegada del lobo. En una situación así, continúa el símil, la capacidad de desprendimiento en beneficio de las ovejas da la medida exacta del pastor, probando al que realmente es del que sólo aparentaba serlo. A este último, en realidad, no le importaban las ovejas.
Hasta aquí el símil (v. 13). Lo central en él es la capacidad de desprendimiento en beneficio de las ovejas. Este es precisamente el caso de Jesús, a diferencia de los guías religiosos judíos, interesados en ultimo análisis y no obstante su apariencia humanística en el cumplimiento de la ley (cfr. episodios de la adúltera y del ciego en Jn 8, 1-11 y 9, 13-34). "Este pueblo, que no conoce la ley, está maldito". En claro contraste con este modo de hablar que Juan atribuye a los fariseos en Jn. 7, 49 está el modo de hablar que atribuye a Jesús en el texto de hoy: "Conozco a mis ovejas y las mías me conocen". A conocer la ley Juan opone conocer a las ovejas. Ambos conocimientos los presenta a su vez dotados de una dinámica contrapuesta. La dinámica del conocimiento de la ley es la separación, la expulsión, la excomunión de las personas (cfr. Jn. 9, 22.34); la del conocimiento de las ovejas es la entrega de la propia vida en beneficio de ellas. De todas las ovejas, no sólo de las judías.
Juan introduce aquí un nuevo contraste: al exclusivismo opone la universalidad. Las "otras ovejas que no son de este redil" son todos aquéllos que no son judíos de nacimiento o por adopción y que en el cuarto evangelio quedan englobados bajo la denominación de "griegos". El autor está preparando la gran fiesta pascual de Jn. 12, 20-36, donde se nos dice que unos griegos quieren ver a Jesús (véase el comentario a este texto en el quinto domingo de cuaresma). Será entonces cuando resuene solemne lo siguiente: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre". Será, en efecto, entonces cuando se habrá hecho "un solo rebaño con un solo pastor". Espontáneamente vienen a la mente estas palabras de Pablo: "Y aquí no hay más griego ni judío, circunciso ni incircunciso...: no, lo es todo y para todos Cristo". (Col 3, 11). Pero Cristo crucificado. Porque "si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto". Es el voluntario desprendimiento de la propia vida del que se nos habla en la última parte del texto de hoy. La muerte del pastor no es explicable solamente como un fatal desenlace o como un juego de fuerzas y de intereses. "Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente". La muerte del pastor es consecuencia de su opción por las ovejas, por todas las ovejas. Por eso es el buen pastor a quien el Padre ama. Termino con estas otras palabras de Pablo: "Hermanos míos, en el cuerpo del Mesías os hicieron morir a la ley; así pudisteis ser de otro, del que resucitó de la muerte, y empezar a ser fecundos para Dios" (Rm 7, 4). Estamos realmente en el tiempo pascual.
Alberto Benito, Dabar 1985/25



4.- El evangelio de hoy es de los que se prestan a fáciles extrapolaciones. Vamos, pues, a situarlo dentro del marco literario en que Juan lo ha colocado. Este marco literario es de naturaleza judicial. La autoridad religiosa judía ha abierto una investigación para examinar el caso del exciego de nacimiento (Jn. 9). El veredicto condena a este hombre a no ser discípulo de Moisés (Jn. 9, 34). En realidad el condenado es Jesús. Por eso aparece Jesús de repente en la sala literaria del proceso. Pero ahora los papeles se cambian. En realidad el condenado es la autoridad judía (Jn. 9, 39-41). En el cap. 10 Jesús fundamenta y razona el veredicto pronunciado en el versículo del cap. 9. La parábola del buen pastor no es pues una imagen idílica, sino la fundamentación judicial de un veredicto contra la autoridad judía.
Jesús basa su veredicto en el archiconocido cap. 34 de Ezequiel (archiconocido, por supuesto, para los judíos). El profeta comienza denunciando a los jefes de Israel como a falsos pastores del rebaño de Dios. Con su proceder injusto han destrozado el rebaño. Por eso Dios los destituye de su cargo y El en persona toma la guía, reúne las ovejas dispersas y restablece con ellas una relación de mutua confianza. Todos estos elementos los ha recogido Juan en 10, 11-18 introduciendo la equiparación Yahvé-Jesús. En esta equiparación radica precisamente el escándalo de los judíos (cfr. Jn. 6, 42; 7, 26-27). Jesús toma la guía, reúne las ovejas, crea un clima abierto de mutua confianza.
Hay, sin embargo, algunas que no quieren aceptarle (alusión a la autoridad religiosa judía) porque piensan que es absurdo que una persona de carne y hueso como Jesús pueda ser a la vez Dios. El eterno escándalo ante la materia: problema filosófico y existencial. Este y no otro es el problema que se les planteó a los judíos con Jesús (cfr. de nuevo Jn. 6, 42; 7, 26-27). Este y no otro es nuestro problema con Jesús; por eso "espiritualizamos" su persona.
Pero Jesús es también pastor de los que sienten escándalo ante su persona. ¡Nota humana en un contexto judicial! Aquí radica la gran diferencia entre el veredicto de la autoridad judía (Jn. 9, 34) y el veredicto de Jesús (Jn. 9, 41). Aquél es dictatorial; el de Jesús no, porque en realidad es autocondena del propio condenado (cfr. Jn. 3, 17-19). Junto a estos elementos comunes con Ez. 34 hay en el buen pastor de Juan otros que van más allá del círculo de ideas de Ezequiel.
En concreto dos: 1. La relación de conocimiento y amor entre el Padre y el Hijo; 2. El amor de Jesús a sus ovejas es la única razón de ser de Jesús. Es un amor total y absoluto, cuya expresión es la aceptación soberanamente libre del veredicto dictatorial que lo condena a muerte (cfr. Jn. 15, 13). En lo que va de evangelio es la primera vez que Juan menciona con insistencia este aspecto sacrificial voluntario de la vida de Jesús.
Dabar 1985/25



Como la parábola precedente, ésta constituye la respuesta de Cristo a los fariseos, cuya autoridad ha puesto en duda (Jn 9, 40). Jesús desarrolla los tres criterios que establecen a sus ojos la verdadera autoridad: el buen pastor da su vida por su rebaño, vive en comunión y conocimiento mutuo con él (cosa que puede hacer porque vive en comunión con el Padre), se preocupa de su unidad y de la recolección de las ovejas perdidas.
* * *
a) Ofreciendo su vida por el rebaño, el buen pastor realiza varias profecías mesiánicas: Ez 34, Zac 11, 16 y Jer 23, 1 oponían ya, en efecto, al pastor que arriesga su vida por sus ovejas y a los profesionales que viven de la carne de su rebaño y son negligentes al darle los cuidados más elementales. Cristo no se contenta con procurar al rebaño cuidados exteriores: El da su vida. Aludiendo quizá la expresión "dar su vida" a Is 53, 10 (El ofrece su vida en expiación), el tema del buen pastor se encontraría así aclarado por el del Siervo paciente.
b) CON-D/A-D: El tema del conocimiento mutuo se encuentra ya en el Antiguo Testamento, donde da cuenta de la preocupación de Dios por apacentar El mismo a sus ovejas (Ez 34, 15). Este "conocimiento" no es solamente ni sobre todo una actitud intelectual, sino la expresión de una comunidad de vida basada antes en el amor que en la inteligencia. Se trata, pues, de un conocimiento existencial de Dios que permite alcanzarle, no como una abstracción, deducida a partir de silogismos, sino como un ser vivo y personal encontrado en la comunión con la persona de Jesús. El judío conocía a Dios en la medida en que constataba sus maravillas y su intervención en el mundo; el cristiano le conoce en esta intervención por excelencia que es Cristo.
Así, pues, Cristo es pastor porque conoce bien a sus ovejas, es decir, que vive en perfecta convivencia con ellas. Pero no es buen pastor más que en el momento en que este conocimiento mutuo, establecido entre El y su rebaño, le permite desvelar el conocimiento que le une al Padre. Si hoy el sacerdote tiende a conocer mejor a los hombres y con este propósito se despoja de inútiles privilegios de casta, queda que este conocimiento de las gentes y de sus problemas no tenga significado más que en la revelación del conocimiento último del Padre y de su presencia en el misterio de las cosas y de los seres.
c) El tercer criterio del buen pastor es su preocupación por la unidad y la reunión de todos (v. 16). Juan piensa aquí, sin duda, en el cumplimiento de la profecía de Jer 23, 3 anunciando que las ovejas "de todos los países" serían "reunidas". Pero entrega aún a la solicitud del pastor la realización de la reunión de todos los hombres y el encuentro de todas las situaciones humanas.
d) Pero todos estos diferentes temas presentan a Dios y a Cristo como buen pastor. La idea de un pastor que parte a la búsqueda de sus ovejas es corriente en el Antiguo Testamento (cf. Ez 34), donde caracteriza de una manera especial las relaciones entre Dios y su pueblo: no es nunca la oveja la que parte a la busca del pastor, sino a la inversa. En otros términos, incluso aunque la religión de la fe parece una búsqueda de Dios, no es en realidad más que una iniciativa divina, una revelación. Es menos un camino que conduce al hombre a Dios, que un camino que lleva a Dios hacia el hombre. Jesús es el buen pastor porque ha sido enviado por Dios a la búsqueda de los hombres. La imagen del pastor puede parecer anticuada en una cultura técnica e industrial, pero su mensaje no puede perderse: Dios ha terminado por encontrar al hombre porque ha venido allí donde el hombre le buscaba.
Maertens - Frisque, Nueva Guía De La Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 119 S.


viernes, 13 de abril de 2018

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO III PASCUA CICLO B - 15 ABRIL 2018

JESÚS ESTA EN MEDIO DE NOSOTROS


ORACION COLECTA

Dios nuestro, que tu pueblo se alegre siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde con firme esperanza el día de la resurrección final. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 13-15. 17-19

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y rechazaron ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazaste al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; mataste al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hiciste por ignorancia, y sus autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentidos y convertidos, para que se borren sus pecados.».

SALMO RESPONSORIAL (4)

Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. R.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» R.

En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5

Hijos míos, les escribo esto para que no pequen
Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a ustedes».
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?. Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Pálpenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tienen ahí algo que comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de esto.».

COMENTARIO

 “Se presentó Jesús en medio de ellos”. Para medir esta afirmación, hay que recordar lo que acaban de vivir los discípulos: la muerte y la sepultura de Jesús. Al dejar el cadáver en su tumba, enterraban también su esperanza. ¡Y de pronto está allí! El muerto, el crucificado, el enterrado, está allí. ¡Vive! “En medio de ellos”. Lo que hoy leemos quizás con demasiada tranquilidad es lo que ellos intentaron contarnos; y aquello no era fácil: “Se presentó”, dicen. No lo vieron llegar, no le oyeron llamar. Está allí, de pie, sonriendo, amable, aquél a quien habían desclavado de la cruz y dejado en un sepulcro. Se acuerdan de lo que pensaron entonces: “¡Es imposible! Se trata de un fantasma de cualquier otra cosa menos del hombre que vimos morir”. ¡Menos mal que vacilan!. Menos mal que esas vacilaciones se nos muestran tal como fueron ya que todo se escribió para que reviviésemos lo mejor posible su experiencia pascual: “estaba muerto, ahora vive”. Jesús mide muy bien los pasos que sus discípulos tienen que dar, y nosotros detrás de ellos: “Si soy yo, pueden tocarme, no soy ningún fantasma”. Y como están locos de alegría pero todavía incrédulos, les da una prueba más. “Comió ante sus ojos”. Sus ojos son ahora los ojos de nuestra fe. Porque unos hombres, hace dos mil años, vieron a Jesús muerto y luego vivo, cuando creemos en sus ojos, entramos en la fe cristiana, Jesús es ciertamente el Hijo de Dios hecho hombre, crucificado, sepultado y reconocido con vida el día de Pascua. Pero no vivo como Lázaro después de su resurrección. Lucas insiste en la “corporeidad” de Jesús resucitado para que no creamos que los apóstoles vieron visiones; experimentaron realmente “una” presencia de Jesús vivo. Eso es lo que hay que creer, sin intentar imaginarse su cuerpo de resurrección”. Jesús pertenece en adelante al “otro mundo” nuestra mirada, como la de los discípulos, no puede llegar allá. Con sus palabra, Lucas intenta decirnos lo indecible, la vuelta de Jesús a la vida. Sea cual fuere la nueva forma de esta vida, para seguir siendo humana es preciso que se realice en un cuerpo y mediante un cuerpo. A partir de aquí, todo es misterio y los autores del Nuevo Testamento emplean para expresarlo junto con su resurrección otra palabra: exaltación. O sea, una resurrección absolutamente única. Jesús volvió a una vida humana, pero una vida humana de otro modo, que puede alcanzar y salvar a todos los hombres. El que Lázaro volviera a la vida por algunos años, eso no cambió en nada el mundo ni nuestra vida. La resurrección-exaltación de Jesús hace en delante de él, no sólo el viviente sobre el que ya no puede nada la muerte, sino la fuente de la vida. ¿Qué vida? La “vida eterna” dirá Juan: la vida misma el eterno, que Jesús resucitado puede en adelante comunicar a todos los hombres. Jesús está entre nosotros, en medio de nosotros, en nuestro mundo actual, presente por su acción, por los actos sacramentales, presente en nuestros hermanos. Presente en mí si lo quiero, hasta poder decir: “Mi vivir es Cristo”. No se trata de sueños piadosos ni de verdades etéreas, sino de experiencia que realizar, inmediatamente, experiencias de vida con el viviente.

PLEGARIA UNIVERSAL

Nos ponemos en presencia de Jesús resucitado para pedirle que escuche todas esas necesidades que hacen nuestra vida sombría y afligida, para poder salir al mundo, llenos de alegría, a comunicar que la vida tiene sentido. R.- Señor, ayúdanos a resucitar.

1.- Por la Iglesia, portadora del mensaje de salvación; para que lleve, a toda la comunidad de creyentes, el don de la paz y esa fe autentica que nos haga disipar tanta incertidumbre.  Roguemos al Señor.

2.- Por el Papa Francisco y demás pastores de la Iglesia, para que muestren a los hombres que la resurrección no es una utopía, sino la autenticidad de un nuevo día hecha realidad por el encuentro con Jesús resucitado. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que están tristes, porque carecen de lo fundamental, para que un hecho tan trascendente como la resurrección nos devuelva la confianza de que para Dios no hay imposibles. Roguemos al Señor.

4.- Por los pueblos, las naciones, por todo el mundo, para que entiendan que solamente en la reconciliación, el perdón y el amor puede llegar la resurrección que tanto necesitamos. Roguemos al Señor.

5.- Por las familias, para que la alegría, la paz y la esperanza presidan tantos hogares en los que se ha instalado la desesperanza, el querer tener más, llegar más alto, dominarse unos a otros. Roguemos al Señor.

6.- Por todos los que estamos aquí cuyas peticiones calladas, Dios convoca, para que seamos fermento de paz, de gozo, libertad, salvación, amor… en esta sociedad que huye del compromiso y la exigencia. Roguemos al Señor.

Señor, concédenos la gracia de la resurrección para que llegue la verdadera alegría y la verdadera confianza a todos nosotros. Te lo pedimos por medio de Jesucristo, nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría y después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele participar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Padre, mira con bondad a tu pueblo, y ya que lo has renovado con los sacramentos de la vida eterna, concédele alcanzar la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 16: Hch 6, 8-15; Sal 118; Jn 6, 22-29.
Martes 17:   Hch 7, 51-8, 1ª; Sal 30; Jn 6, 30-35
Miércoles 18: Hch 8, 1b-8; Sal 65; Jn 6, 35-40
Jueves 19: Hch 8, 26-40; Sal 65; Jn 6, 44-51
Viernes 20: Hch 9, 1-20; Sal 116; Jn 6, 52-59
Sábado 21: Hch 9, 31-42; Sal 115; Jn 6, 60-69.
Domingo 22:   Hch 4, -12; Sal 117; 1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 35-48

1.- Texto. El relato se sitúa en un lugar de Jerusalén que el autor no precisa, en la tarde-noche del domingo de Resurrección. Dos discípulos acaban de llegar de Emaús y están contando a los once y a sus acompañantes que han visto a Jesús. En esa situación se hace presente él. Únicamente nosotros, como lectores, conocemos de entrada su identificación. A nivel, en cambio, de protagonistas de la escena, la identificación es lenta y costosa, y sólo se produce tras dos demostraciones corporales de Jesús. A continuación, el centro de atención se desplaza de Jesús a las Escrituras o, para ser más exactos, a la relación existente entre Jesús y las Escrituras. En lo que son sus últimas palabras en el tercer Evangelio, Jesús declara que las Escrituras tienen su culminación y cumplimiento en él, en su pasión y resurrección al tercer día, posibilitando de esta manera que la conversión y el perdón no sean una oferta restringida a unas pocas personas, el pueblo judío, sino oferta abierta y disponible para todo el mundo.
Comentario. El texto gira todo él en torno al tema de la identificación de Jesús resucitado: relación con el pasado físico de su persona; relación con el pasado literario del pueblo judío.
En ambos casos el texto no plantea problemas, sino enuncia conclusiones y certezas: Jesús resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que los once y sus acompañantes habían conocido y tratado (vs. 36-43); Jesús resucitado da unidad y coherencia de sentido a las Escrituras del pueblo judío (vs. 44-47).
1. Jesús resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Los garantes de esta verdad son los once. En razón de esta garantía los once son el fundamento que confiere solidez al nuevo edificio que a partir de ahora se va a construir. Esta garantía la necesitábamos como creyentes. Los vs. 36-43 nos la ofrecen.
2. Las Escrituras tienen su razón de ser en Jesús resucitado. Bajo la denominación "las Escrituras" (BI/ESCRITURAS) quedan comprendidos todos los escritos que configuran lo que a partir de ahora se va a llamar Antiguo Testamento. Un total de cuarenta y seis libros, más o menos extensos, más o menos apasionantes. En ellos se habla de muchas y variadas cosas, se reflejan muchas y variadas experiencias y situaciones. Sus protagonistas son siempre Dios y el pueblo judío. Y siempre en continuo tira y afloja, con más momentos de tirantez que de entendimiento. El texto de hoy nos dice que ese conjunto de cuarenta y seis libros está articulado en torno a Jesús resucitado. Esto no quiere decir que en ellos se hable de Jesús, sino que a la luz de Jesús ellos adquieren su verdadero sentido, por corrección y matización unas veces, por refuerzo y aprobación otras. El propio texto de hoy nos ofrece un ejemplo concreto de refuerzo. La conversión y el perdón, es decir, la oferta de la gracia o don de Dios, siguen en pie. Pero a la luz de Jesús resucitado la oferta no se restringe a unos pocos, sino que se extiende a todos. Esto ya estaba apuntado en el Antiguo Testamento, pero con el decurso del tiempo se había oscurecido y olvidado. A la luz que proviene de Jesús resucitado, el apunte se refuerza y consolida.
AT/DESAZON: Es el siglo II d. C. Marción intentó mutilar la Biblia, eliminando, por imperfecto, el Antiguo Testamento. El intento fue apasionadamente rechazado. Sin embargo, el Antiguo Testamento sigue produciendo desazón y desconcierto, y la opinión de Marción sigue contando con seguidores en la práctica. El texto de hoy nos invita a un bonito compromiso: leer y apreciar el Antiguo Testamento. Sin él la luz de Jesús resucitado queda privada de cuerpo y de razón de ser. Leer nosotros e invitar a otros a su lectura. Leyéndolo descubriremos que el Antiguo Testamento (AT/J: no es la imperfección, sino el camino que todos seguimos para llegar a Jesús resucitado. Para ayudarnos a esta lectura contamos en lengua castellana con escritos del que probablemente es el mejor especialista actual en el Antiguo Testamento. Me estoy refiriendo a Luis Alonso Schökel. Recomiendo la lectura de sus dos volúmenes recientes bajo el título Hermenéutica de la Palabra, Ediciones Cristiandad.
Alberto Benito, Dabar 1988/25



2.- Comentario: El texto parte de una situación idéntica a la del domingo pasado en Jn. 20, 19-31. Caída de la tarde del domingo, discípulos reunidos en un local de Jerusalén, llegada inesperada de Jesús. Lo mismo que a Juan, tampoco a Lucas le interesan el cómo y el modo de esta llegada. Lo importante es el hecho: Jesús está ahí, expresando deseos de paz. Es ahora, en el tratamiento del hecho, cuando comienzan las diferencias entre Lucas y Juan. Y es precisamente este diverso tratamiento de un mismo hecho lo que da la medida exacta de la diversidad de problemática, intereses y objetivos existentes en ambos evangelistas, lo cual equivale a decir que nos hallamos ante autores y obras diferentes. Aprovecho, pues, esta nueva oportunidad para indicar una vez más que los evangelios son obras diferentes unas de otras y que, consiguientemente, no puede hacerse uso indiscriminado de ellas.
La llegada de Jesús es comentada por Lucas en los siguientes términos: Llenos de miedo por la sorpresa, los once y sus acompañantes creían ver un fantasma. A diferencia de Juan, Lucas distingue entre los once y el resto de los discípulos. Lucas hace hincapié en los once (cfr. Lc. 24, 33). Por otra parte, Lucas no habla de miedo al exterior como hacía Juan, sino de miedo ante la presencia de Jesús. A Lucas, pues, le interesa la problemática de identidad del Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el mismo Jesús de antes de morir? ¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde el prólogo de su evangelio sabemos que Lucas es un escritor crítico. Vale la pena leer ahora Lc. 1, 1-4, que por razones de espacio no transcribo. Allí se habla de testigos oculares, de investigación cuidadosa, de solidez de lo recibido. En la segunda de sus obras, Hechos de los Apóstoles, la condición indispensable para cubrir la vacante de Judas dentro de los doce es el haber convivido con Jesús desde el principio hasta el final, es decir, el haber sido testigo ocular de su vida. Sólo bajo esta condición se puede ser testigo de la resurrección de Jesús, es decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado y Jesús son la misma persona (cfr. Hech. 1, 21-22).Si Lucas hace hincapié en los once (doce en Hechos) es porque sólo ellos cumplen esta condición y son, por lo tanto, los únicos que ofrecen la garantía crítica incuestionable para poder creer que el Resucitado y Jesús son la misma persona. Gracias a ellos podemos hoy, veinte siglos después, creer tranquilos. A Lucas, el autor que se planteó y abordó esta problemática, debemos la certeza inconmovible de nuestra fe en el Resucitado. Con su tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre la que se apoya nuestra fe.
J/PASION/NECESIDAD: Pero el texto de hoy da todavía un paso más. "Todo lo escrito acerca de mí tenía que cumplirse". Este "todo" queda especificado un poco más adelante: pasión, resurrección, proclamación universal de la conversión y del perdón de los pecados. A la problemática de identidad Resucitado-Jesús, Lucas añade ahora la problemática hermenéutica. ¿Cómo leer el Antiguo Testamento? El "tener-que" no es del orden de la predeterminación mental ni de la necesidad física. Es del orden de la captación y de la profundización en el sentido de los acontecimientos y de la historia. Lucas introduce un sentido de finalidad en la historia.
Y esta finalidad la formula con la expresión "tener que". Toda la historia anterior al resucitado la concibe como un proceso que culmina en este Resucitado y a partir de El se expande al mundo entero (no sólo a los judíos) en términos de novedad (conversión) y de gracia (perdón de los pecados). Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. Benito, Dabar 1985/23



3.-Tras su encuentro con el resucitado, los dos de Emaús han ido a contar su experiencia a los once y demás compañeros. Todavía están hablando los dos cuando vuelve a hacerse presente Jesús. En esta ordenación de los hechos que hace Lucas parece haber una intencionalidad que va más allá del simple interés cronológico, más o menos artificial: la comunidad cristiana va a surgir como tal comunidad a partir de una experiencia común de la realidad del resucitado.
Por otro lado, toda la primera parte del relato (vs. 36-43) está orientada a resaltar este carácter real del resucitado. El nuevo Jesús no es ninguna invención espiritual del grupo cristiano.
Como sus oponentes judíos, también los cristianos dudaron de la realidad de Jesús, no hubo en ellos predisposición alguna a aceptarla, sino todo lo contrario. Sólo la presencia real del resucitado les ha llevado al firme y absoluto convencimiento que ahora tienen. Es comprensible que, ante el arreciar apologético de la oposición judía, la formulación de ese convencimiento cristiano haya adquirido también formas de expresión apologéticas. Estas formas de expresión no hay que verlas como representaciones de la realidad corporal de Jesús, sino como vehículos interpretativos de algo más profundo: Jesús vive ahora una nueva realidad corporal.
La experiencia de un Jesús real produjo en los once y sus compañeros (la comunidad cristiana) un cambio de categorías (conversión) y una liberación interior (perdón de los pecados).EXP-RSD/CV: Ellos son testigos de todo esto porque son testigos de la muerte y resurrección de Jesús. Muerte y resurrección no son sólo acontecimientos estáticos en Jesús; son también acontecimientos dinámicos que inciden operativamente en el individuo y en el grupo transformándolos en una nueva realidad, cuya expresión es la comunidad cristiana, y en heraldos de esa nueva realidad.
Dabar 1976/29



4.- Los discípulos de Emaús vuelven presurosamente a Jerusalén para contar a todo el grupo lo que les ha sucedido en el camino y cómo conocieron a Jesús "en el partir el pan". Pero, antes de abrir la boca, los otros les dicen a coro: "El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Pedro" (v. 34; cfr. 1 Cor 15, 5). Por fin les dejan hablar. Pero, súbitamente, unos y otros se quedan mudos ante la presencia del Señor, que les saluda: "Paz a vosotros". Juan nos dice que esta aparición ocurrió aquella misma tarde del domingo (20, 19s).
Aunque todos tenían noticias de la resurrección por el testimonio de Pedro y de los de Emaús, la presencia de Jesús les sorprende.
Bajo la tremenda impresión de los acontecimientos del viernes, entre el miedo a los judíos y la esperanza alimentada con las primeras noticias de aquel domingo, estos hombres no acaban de creer a causa de la inmensa alegría lo que ven con sus propios ojos. Jesús les tranquiliza y les convence de que es verdad lo que están viendo y de que no se trata de ningún fantasma.
CUERPO-GLORIOSO: No es posible comprender cómo un cuerpo glorificado. (Pablo dice "espiritualizado" (1 Co 15,44), esto es, sometido a la acción del Espíritu que es la fuerza de Dios que opera la resurrección) pueda ingerir alimentos. De todas formas, el sentido de esta afirmación es que el Señor vive verdaderamente, y lo que los discípulos han visto no es una simple "visión".
Los apóstoles sólo pueden ser testigos (APOSTOL/TESTIGO-RS) de Jesucristo si están plenamente convencidos de que él mismo y no otro es el que murió bajo Poncio Pilato y ahora vive para siempre. Jesús les convence de esta verdad y, además, les abre el sentido de las Escrituras para que comprendan que todo ha sucedido como había sido anunciado por los profetas. La vida de Jesús, su pasión y muerte, y todas las Escrituras deben ser interpretadas a la luz de la experiencia pascual.
Ahora comprenden que su Maestro no ha sucumbido ante sus enemigos ni ante la misma muerte. Pues todo ha sucedido tal y como "tenía que suceder" para que se cumpliera la voluntad de Dios. La fe no puede evitar lo que "tiene que ser", pero puede siempre aceptar la realidad e interpretarla, sabiendo que de una u otra manera todo sucede para la salvación de los hombres y la gloria de Dios.
Esto no es fatalismo, sino realismo cristiano, en el que la esperanza se hace resistencia allí donde todos los optimistas fracasan y todos los pesimistas abandonan. Pues también la muerte que "tiene que ser", puede ser aceptada con esperanza y ganada para la vida.
La misión de Jesús ha terminado, pues todo ha sido cumplido. Ahora resta que los apóstoles anuncien a todo el mundo lo que han visto y oído. Resta que se predique en todas partes, comenzando por Jerusalén, que Dios salva a los hombres en Jesucristo y concede el perdón de los pecados.
Eucaristía 1985/19



5.- Este es el último de los evangelios del tiempo pascual que nos presentan el mensaje de la resurrección. Tiene bastante relación con el texto de Juan que leíamos hace una semana: presencia inesperada del Señor en medio del grupo de los discípulos la misma noche del domingo (cuando regresan los dos que "aquel mismo día, el primero de la semana" se fueron a Emaús); saludo dándoles la paz; miedo y alegría de los discípulos a los que Jesús muestra la realidad de su resurrección y, finalmente, la misión de los discípulos unida a la última enseñanza de Jesús. Veamos algunos aspectos más característicos.
La construcción literaria está bien ordenada. En primer lugar, Jesús hace pasar a los discípulos de la incredulidad (que se debe también a la alegría desbordante) a la fe, dándoles los signos de su resurrección: El no es un espectro o un fantasma (J/RSD/FANTASMA). La presencia de Jesús en medio de los discípulos no es una ilusión de éstos; de ahí la insistencia en los aspectos de mirar, palpar al Resucitado y el hecho de comer ante ellos. Jesús no pertenece al mundo de los muertos, sino que es el Viviente que tiene un contacto real con el grupo de los discípulos con los que comparte la Mesa y la Palabra. Los discípulos han reconocido como Resucitado a aquel Jesús a quien ya conocían anteriormente.
Todo esto ha sido la preparación para la enseñanza final del Resucitado que culmina en la promesa del Espíritu Santo (versículo 49, que ya no leemos) y que va a ser una realidad plena en Pentecostés (cf. Hech 2). Esta última enseñanza, que consiste en abrir el sentido de las Escrituras y en mostrar a los discípulos cuál es su misión, toma ya el matiz de la primera predicación cristiana (véanse las lecturas de los Hechos de estos domingos).
Las palabras de Jesús se inician con una referencia al pasado ("esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros") y abren a los discípulos hacia el futuro ("en su nombre se predicará la conversión..."): la predicación de la Buena Nueva de Jesús es continuada por los discípulos, que ahora pasan a a ser enviados: se ha iniciado el tiempo y la misión de la Iglesia. Se trata de una misión que debe comenzar en Jerusalén, lugar donde todo esto sucede y donde los discípulos deben esperar al Espíritu Santo, y que debe alcanzar a todo el mundo.
La misión que se encomienda a los once -y a toda la comunidad significada en ellos- es la de ser testigos de que la muerte y resurrección de Jesús son el cumplimiento de la voluntad de Dios expresada ya en el Antiguo Testamento. Y de que, por la fe en este Jesús Mesías, muerto y resucitado, se ofrece la salvación y el perdón a todos los pueblos. (El leccionario castellano omite indebidamente en el último versículo la frase "Vosotros sois testigos de esto". Véase esta lectura completa el jueves de la octava de Pascua, en el mismo leccionario B).
José Roca, Misa Dominical 1982/09



6.- Texto. Excepcionalmente en el presente ciclo pasamos al evangelio de Lucas. El texto se data en Jerusalén, al atardecer del domingo de resurrección, estando reunidos los once y sus compañeros. A Lucas le interesa resaltar la ciudad, no el lugar concreto dentro de ella. Jerusalén significa para Lucas el final de una etapa y el comienzo de otra. Otro dato de interés son los once, en calidad de garantes de la nueva etapa que comienza con la desaparición física de Jesús.
Con estos datos de interés como fondo narra Lucas la aparición de Jesús. La perspectiva de la narración difiere por completo de la que veíamos el domingo pasado en el evangelio. En el texto de Lucas la reacción inicial del grupo ante el resucitado es de sorpresa y de miedo: creen estar ante un fantasma. Por ello mismo el texto comienza centrando su atención en la relación existente entre el resucitado y el Jesús que el grupo conocía. El texto no puede ser más gráfico y claro: el que ahora está entre los discípulos y Jesús de Nazaret son la misma persona. El grupo no puede menos de reconocer con alegría esa identidad, no obstante su reticencia y su extrañeza.
En su parte final el texto es una invitación a ver en los acontecimientos finales acaecidos a Jesús la culminación de un proceso abierto mucho tiempo atrás y del que tenemos constancia a través de los escritos que los cristianos denominamos Antiguo Testamento. Pero Lucas se cuida mucho de reducir el proceso histórico de salvación a los estrechos límites de un solo pueblo, el judío. La historia de la salvación es una aventura que repercute en todos los pueblos. La expresión se refiere a la totalidad del género humano. Jerusalén es el final de la etapa limitada o reducida y el comienzo de la etapa abierta o universal.
Comentario. El texto nos transmite, en primer lugar, una certeza: la realidad del resucitado. Es la certeza básica del hecho cristiano. La resurrección de Jesús no es el invento fraudulento de unas personas frustradas en sus aspiraciones o de psicología propensa a la credulidad facilona. Si creyeron en ella se debió a la fuerza de la realidad. Ellos fueron los primeros sorprendidos por el hecho, los primeros en oponerse a él. Sólo la realidad del hecho rompió su sorpresa y su resistencia. La importancia que Lucas confiere a los once estriba en su capacidad crítica para garantizar la resurrección de Jesús. Ellos son la garantía incontestable de esa resurrección. Dudar de ella carece de todo fundamento histórico razonable.
En segundo lugar, el texto nos transmite una apertura, un horizonte ilimitado: la conversión y el perdón no son una oferta para privilegiados. Diseñada en un pueblo concreto, la oferta no se limita a él. Elegidos, en realidad, son todos los pueblos del planeta.
A. Benito, Dabar 1991/23



Como había desaparecido repentinamente de la vista de los discípulos de Emaús, también ahora se presenta Jesús repentinamente en medio de los once y de los que están con ellos.
Jesús no está ya sometido a las leyes del espacio y del movimiento en el espacio. El modo de existir del resucitado no es ya el modo de existir del Jesús terrestre. La aparición repentina, inesperada e inexplicable del Resucitado causa miedo y terror.
La resurrección de Jesús y su aparición en figura corporal es cosa que sobrepasa la capacidad de comprensión humana. Ni siquiera viendo y oyendo su saludo de paz logran los discípulos convencerse de que es él.
Lucas no habla de miedo al exterior como hace Juan, sino de miedo ante la presencia de Jesús. A Lucas le interesa la problemática de identidad del Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el mismo Jesús de antes de morir? ¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde el prólogo de su Evangelio sabemos que LC. es un escritor crítico. El dice que al escribir su evangelio buscó testigos oculares de las cosas ocurridas, que investigó cuidadosamente los hechos, que precisa trasmitir la solidez de lo recibido". En la segunda de sus obras, Hechos de los Apóstoles, la condición indispensable para cubrir la vacante de Judas dentro de los doce es el haber convivido con Jesús desde el principio, hasta el final, es decir, el haber sido testigo ocular de su vida.
Sólo bajo esta condición se puede ser testigo de la resurrección de Jesús, es decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado y Jesús son la misma persona.(Hech 1, 21-22).
Si Lucas hace hincapié en los once (doce en los Hechos) es porque sólo ellos cumplen esta condición y son, por lo tanto, los únicos que ofrecen la garantía crítica incuestionable para poder creer que el Resucitado y Jesús son la misma persona. Gracias a ellos, podemos hoy, veinte siglos después, creer tranquilos. A Lucas, el autor que se planteó y abordó esta problemática, debemos la certeza inconmovible de nuestra fe en el Resucitado. Con su tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre la que se apoya nuestra fe. Los discípulos ven la aparición, pero la interpretan como la de un espíritu sin cuerpo, como un fantasma. Una aparición puede constituir un fenómeno psicológico y por eso necesita el evangelista resaltar la corporalidad del Jesús aparecido y la realidad física de su encuentro con los apóstoles. Por eso les deja que palpen su carne y por eso come con ellos.
La predicación de la primera comunidad cristiana aludía a estas comidas con el Resucitado precisamente para alejar el peligro de volatizar el cuerpo de Jesús y dejarlo reducido a algo puramente espiritual. "A éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con el después que resucitó de entre los muertos" (/Hch/10/40-41), predica Pedro en casa de Cornelio.
"Entonces les abrió el entendimiento para comprender las escrituras". Este es el don pascual que Jesús hace en el relato de ayer a los discípulos de Emaús; hoy, a los doce reunidos".
Discurso de Pedro después de la curación del lisiado de nacimiento entre la Puerta Hermosa del Templo.
"Abrir el entendimiento" significa comprender que todo el camino de Israel recibe su sentido al culminar en la pasión y pascua de Jesús. Abrahán y Moisés, David y los profetas, la esperanza y el destierro, todos los detalles de la historia del pueblo judío, reciben un encuadre y un valor en el momento en que aparecen como etapas de un camino o momentos de una experiencia que culmina en Cristo.
Jesús representa el coronamiento y el cumplimiento de las promesas históricas del Dios de Israel, pero representa también la satisfacción de las exigencias y de las esperanzas más audaces en el corazón de cada criatura humana.
Por eso Pedro irrumpe en los primeros capítulos de los Hechos con una fuerza impulsiva totalmente nueva y con una clara visión de madurez que da sentido de plenitud a todas sus actuaciones. Pedro habla convencido y sabiendo lo que dice. La fe en la resurrección ha sido para él, antes que nada, una maduración de totalidad. Todo lo disperso ha sido unido y aclarado todo lo oscuro. Y es que la fe, más que una ciencia, es una clave de interpretación. Por eso, a la luz de la Resurrección de Cristo, Pedro descubre el sentido de la historia de su pueblo y el sentido de la historia de su vida.



El Evangelio de Lucas finaliza con una aparición a los once, seguida de lo que podríamos llamar las últimas palabras de Jesús antes de la ascensión. Son tres escenas que tienen lugar aparentemente el mismo día, pero, según el parecer de los Hechos, el período hasta la ascensión se prolongó a lo largo de cuarenta días.
La primera escena, la aparición a los once (vv 36-43), tiene elementos comunes con Jn 20,19-20. Hace ver cómo el resucitado ayuda a sus discípulos a pasar de la sorpresa, la duda y la incredulidad a la fe. Los once no se fían de lo que podría ser únicamente la aparición de un espíritu. El cuerpo glorificado de Jesús es una realidad nueva. El mensaje de pascua está en la base de la misión de los once (44-49). Lo corrobora también Mt 28,19-20. Los once pasan de ser discípulos a ser enviados. Son testigos de lo que Jesús había enseñado y testigos también de que, con su muerte y resurrección, Jesús cumple la escritura. En nombre de Jesús (47), los discípulos, en calidad de testigos, son enviados, partiendo de Jerusalén, a predicar la resurrección y la conversión de los pecados a todos los pueblos (47). Hay en estos versículos una anticipación de los temas típicos de la predicación en el libro de los Hechos, testimonio de las Escrituras (Hch 2,23-32; 4,10-11), exhortación a convertirse (Hch 2,38; 3,19) y función de los once como testigos (Hch 2,32; 3,15). Para cumplir esta misión podrán los discípulos contar con la promesa del Padre (49), es decir, con la fuerza del Espíritu Santo.
La escena final del evangelio, típicamente lucana, nos ofrece la ascensión. Antes de ser transportado al cielo, bendice Jesús a los suyos con un gesto que hace pensar en la conclusión de una liturgia (Lv 9,22; Eclo 50,20s). Finalmente, el evangelista hace notar el gozo que había embargado a los discípulos. Pone así punto final a su versión de la buena nueva con la misma atmósfera de alegría que se encuentra a menudo en su evangelio (1,28; 2,10; 10,20; 15,7; 19,6.37). La alegría, según Lucas, acompaña a los cristianos en su camino, en los momentos decisivos de la conversión y en el anuncio de las obras de Dios en Jesús y en los hombres.


sábado, 7 de abril de 2018

LECTURAS Y COMNTARIO DOMINGO II RESURRECIION CICLO B – 8 ABRIL 2018


“A LOS OCHO DÍAS, LLEGÓ JESÚS”


 

ORACION COLECTA

Dios de eterna misericordia que en la celebración anual de las fiestas pascuales reavivas la fe del Pueblo santo

; acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para comprender, verdaderamente, la inestimable grandeza del bautismo que nos purifico del espíritu que nos regenero y de la sangre que nos redimió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

SALMO RESPONSORIAL (117)

Den  gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna en su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5, 1-6

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?.
Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidas.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llego Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a ustedes.».
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.».
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído?. Dichosos los que crean sin haber visto.».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

COMENTARIO

Podemos distinguir tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo. Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso. La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla. Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos. Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes. Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos. Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!.

PLEGARIA UNIVERSAL

Como santo Tomas, nuestra fe débil y necesitada de pruebas, se acerca a Cristo resucitado temblorosa aun. Reconociendo sus manos llagadas y su costado traspasado ponemos en ellas nuestras necesidades pidiendo al Padre que las acoja y nos aumente la fe para seguir el camino que nace de la Pascua. Hoy pedimos: Atiende, Padre de misericordia nuestra suplicas.

1.- Por el Papa Francisco y por todas la Iglesia, nacida del costado de Cristo y guiada por el Espíritu Santo para que sea fiel a su Maestro y Señor y propague sin descanso la Buena Nueva de la Resurrección. Roguemos al Señor.

2.- Por todos los que dirigen las suertes de los pueblos, para que ejerzan su poder como servicio y sean constructores de paz y de justicia. Roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos y quienes cuidan de ellos para que encuentren en el Señor resucitado fortaleza y consuelo. Roguemos al Señor.

4.- Por todas las familias, para que al contemplar a Jesús que lleva siempre la marca de sus heridas, descubran el verdadero valor de una vida entregada por amor. Roguemos al Señor.

6.- Por todos nosotros para que resucitando con Cristo abandonemos las costumbres del hombre viejo y dejemos crecer la vida Nueva que llevamos dentro de nosotros. Roguemos al Señor.

Padre, que resucitaste a tu Hijo que cargo con nuestros pecados, concédenos, por sus méritos estas necesidades que con fe te presentamos. Por el que resucitado, contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor las ofrendas que te presentamos 8juntto con los recién bautizados), y haz que renovados por la confesión de tu nombre y por el bautismo, lleguemos a la felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Dios todopoderoso, concédenos que los frutos del Sacramento pascual que hemos recibido, permanezcan siempre en nuestros corazones. Por Jesucristo nuestro Señor

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 09: Is 7, 10-14; 8, 10, Sal 39; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
Martes 10:   Hch 4, 32-37; Sal 92; Jn 3, 5ª.7b-15.
Miércoles 11:  Hch 5, 17-26; Sal 33; Jn 3, 16-21.
Jueves 12:  Hch 5, 27-33, Sal 33; Jn 3, 31-36.
Viernes 13:  Hch 5, 34-42; Sal  26; Jn 6, 1-15.
Sábado 14: Hch 6, 1-7; Sal 32;Jn 6, 16-21.
Domingo 15:   Hch 3, 13-15; Sal 4; 1Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20, 19-31

1.
Texto. Se compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o comentario final del autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer del mismo día en el que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían comprobado que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio cerrado a causa de un miedo al exterior humano. Jesús se hace presente en ese espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento de un envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre.
El segundo tiempo del relato se sitúa a la semana siguiente. Esta vez el problema no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto condiciones.
Jesús no le reprocha su actitud, pero declara superior la exhibida por el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto a él, ha creído, sin embargo, que él estaba vivo. La traducción litúrgica habla en perspectiva de futuro: ¡Dichosos los que crean sin haber visto! La lectura es correcta, pero a condición de enraizarla en el presente del grupo, cuyo símbolo es el discípulo amado, personaje no necesariamente individual, y que por eso mismo jamás tiene nombre propio exclusivo. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto! Los dos últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino que tienen en cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y sus lectores. El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores, nosotros por ejemplo. Les -nos- habla de su labor de selección y del móvil que le ha llevado a escribir.
Comentario. El primer tiempo del relato sugiere por evocación las primeras línea del Génesis: "La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas" (/Gn/01/02). En ambos casos el aliento crea una situación buena nueva, poniendo fin a otra anterior de tiniebla o de espacio cerrado. Probablemente haya que buscar en esta evocación la clave de lectura de nuestro texto. ¿No querrá hablarnos el autor de un nuevo comienzo, de una nueva creación? Las primera creación llevaba aneja una bendición: "Creced y multiplicaos". Bendecir a alguien es dotarle de una fuerza saludable. También aquí los discípulos (en el cuarto Evangelio sinónimo de creyentes) aparecen dotados con esa fuerza: "Recibid espíritu santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados: a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
BENDICION-BIBLICA: Estas palabras no tienen sentido forense. Hay que interpretarlas en la línea de la bendición bíblica. La bendición produce el engrandecimiento ante los demás de la persona bendecida, a la vez que Dios hace depender su conducta respecto de los hombres de la postura que éstos adopten frente a las personas que él ha bendecido. El creyente en Jesús es recipiente y también cauce de bendición; es fuerza saludable para los demás.
Tal vez esta grandeza explica el interés del autor del cuarto Evangelio por el tema de la fe en Jesús y de las personas creyentes. El ha escrito, nos dice, "para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto!" El autor sabe que esto no es una cuestión de evidencia tajante. Tal vez por eso no habla él de milagros, sino de signos. El signo hay que saber captarlo. Creer en Jesús es un proceso que se lleva a cabo por descortezamiento o eliminación de capas. Pero por esto mismo no es un proceso fácil, pues comporta siempre renovación de los hábitos mentales y de comportamiento del que se dice creyente.
A.-  Benito, Dabar 1988, 24



2.- Comentario. Lo que un eminente exégeta escribía hace treinta años sobre el relato de la Pasión en el cuarto evangelio puede también aplicarse al relato de la Pascua: "No se trata de una construcción hecha con miras a ilustrar unas ideas, sino una interpretación teológica de una historia verdadera". Esta historia parte de una situación de miedo a las autoridades judías. La situación no es nueva en la obra. Es ya la cuarta vez que el autor la menciona (las otras tres en Jn. 7, 13; 9, 22; 19, 38). Por Jn. 7. 11-13 se ve claro que el miedo no es al pueblo judío, sino a sus autoridades. Este miedo encierra, incapacita, esteriliza. "En esto entra Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo. Lo importante es el hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había convivido antes con los que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a vosotros". Por dos veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta debe ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón de los discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros. "Paz a vosotros". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido seguir encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Padre, Jesús, cristianos (el término discípulos tiene en Juan este sentido amplio). Los cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús está ahí para desvelarles su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su vez, del Padre. Por eso deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu santo". La presencia del artículo determinado "el" en la traducción litúrgica puede desorientar un poco. El autor no está escribiendo en términos trinitarios, sino en términos de tipo o calidad de existencia. Es difícil condensar en unas línea lo que Juan entiende por espíritu y que ha ido desentrañando a lo largo de su obra. Algo, sin embargo, nos puede orientar el hecho de que Juan maneja el lenguaje por oposición-negación. Jesús, por ejemplo, ha sido presentado de esta manera en Jn. 1, 17. El cuarto evangelio se abre con la gran oposición gracia-verdad por un lado y ley por otro. De ahí a la oposición espíritu-letra media sólo un paso, el formulado explícitamente bajo espíritu-carne en Jn. 3,6. Letra (autoridades judías) frente a espíritu (Jesús). Anquilosamiento frente a movilidad; rigidez frente a fluidez. "El espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa a todo el que ha nacido del espíritu" (Jn/03/08). Estos son los cristianos en su calidad de enviados de Jesús. Dan curso a una forma de existencia opuesta al atenazamiento y al miedo, característicos de la forma de existencia bajo la ley.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos oculares o, más concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo pascual.
A.- Benito, Dabar 1985, 23



No faltan comentaristas que establecen una relación entre "credere" y "cor-dare", entendiendo el corazón como la realidad que totaliza a la persona



4. DO/ORIGEN.
La liturgia invita a subrayar el sentido del domingo, manteniendo este evangelio -que constituye un precioso tejido teológico- en cada uno de los tres ciclos. El día del Señor es el día en que celebramos la fe pascual y la irrupción de la eternidad de la Trinidad en nuestra historia, lo celebramos alrededor de Jesús resucitado como centro de la vida de la comunidad de los discípulos.
J. Fontbona, Misa Dominical 1990, 9

...............

Se podría considerar el evangelio de este día como el "lugar teológico del domingo cristiano". La narración de dos apariciones del Resucitado en dos domingos consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del domingo cristiano: la comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en domingo en memoria y en la espera del Resucitado. Nos permite presentar el sentido originario del domingo: como memoria y presencia del Resucitado en medio de los suyos; como el día de la Resurrección, Pascua semanal.
I. Oñatibia, Misa Dominical 1990, 9



5.- Son varios los temas que componen este Evangelio: las apariciones del Señor ritman de ocho en ocho días la vida de las comunidades primitivas; Cristo-Señor hace uso de su poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los apóstoles; finalmente, los discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que Tomás, el desprendimiento de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por resumir los datos que han llegado a su conocimiento seguramente a través de las mismas fuentes que a San Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los demás, puesto que pasa a través de los muros; pero no es un espíritu, puesto que se le puede ver y tocar sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha supuesto para El un nuevo modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto como Lucas en torno a la demostración: reemplaza la alusión a los pies por la alusión al costado y no señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para que le reconocieran. Pero, mientras que en San Lucas el Señor está completamente vuelto hacia el pasado con el fin de probar que su resurrección estaba prevista, Juan le presenta más bien orientado hacia el futuro y preocupado por "enviar" a sus apóstoles al mundo.
Este envío de los apóstoles al mundo es prolongación del envío que el Padre ha hecho de su Hijo (Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados para terminar la obra que Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17, 11). La reunión de los discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno a los mismos apóstoles.
Un tema importante de las apariciones es la preocupación de Cristo por organizar los distintos elementos que prolongarán sobre la tierra su actividad de Resucitado: la jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea (adviértase la doble mención de la "reunión" de los apóstoles" vv. 19 y 26, ya con su ritmo dominical: v. 26).
b) El don del Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede Juan descubrir la venida del Espíritu sobre los apóstoles el domingo de Pascua, mientras que Lucas la anuncia para Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se hace eco de una antigua idea de los medios judíos, en especial de los que se movían en torno a Juan Bautista. En esos medios se esperaba a un "Hombre" que "purgaría a los hombres de su espíritu de impiedad" y les purificaría por medio de su "Espíritu Santo" de toda acción impura, procediendo así a una nueva creación (Sal 50/51, 12-14; Ez 36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu, Cristo reproduce el gesto creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde Cristo debe su título de segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la resurrección; Rom 1, 4).
Mediante su resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el hombre nuevo, animado por el soplo que presidirá los últimos tiempos y purificará la humanidad. Al conferir a sus apóstoles el poder de remitir los pecados, el Señor no instituye tan solo un sacramento de penitencia; comparte su triunfo sobre el mal y el pecado.
Se comprende por qué San Juan ha querido asociar la transmisión del poder de perdonar con el relato de la primera aparición del Resucitado. La espiritualización que se ha producido en el Señor a través de la resurrección se prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos purificadores de la Iglesia.
c) De la visión a la fe (J/PRESENCIA). La forma de vida del Resucitado es de tal especie que no se le reconoce: María Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20, 11-18). Cuando le "reconoce" (v.16) ve cómo se le prohíbe las muestras de respeto con que trataba al Cristo pre-pascual (v. 17). Aun cuando este tema figura también en San Lucas (Lc 24, 16, 31), adquiere en San Juan el evangelista del "conocimiento" (Jn 21, 4), un relieve particular.
Esta pedagogía del Señor resucitado nos permite comprender la lección dada a Tomás. La nueva forma de vida del Señor no permite ya que se le conozca según la carne, es decir, a base tan solo de los medios humanos. Ya no se le reconocerá como hombre terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la Iglesia, que son la emanación de su vida de resucitado. La "fe" que se le pide a Tomás permite "ver" la presencia del resucitado en esos elementos de la Iglesia, por oposición a toda experiencia física o histórica. La fe está ligada al "misterio", en el sentido antiguo de la palabra.
d) No hay que perder de vista que esta aparición asocia el don del Espíritu y la fe a la revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan ya había dicho, en el momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz (Jn 19, 34-37), que la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí lo que sucede: la contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la acción del Espíritu. Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples razones apologéticas: revela a los contemplativos la fuente de la nueva economía.
En este sentido, el género de visión (v. 25) que los apóstoles han tenido de Cristo resucitado no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31) exigida por Tomás. Si no hay diferencia entre estas dos experiencias, no se ve por qué Cristo habría de reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué habría que exigir al primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En realidad, los diez apóstoles han tenido una experiencia real del Señor resucitado, pero probablemente fue más mística que la experiencia a que aspiraba Tomás. Para evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no deben, los apóstoles, los primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La resurrección no es, desde luego, una cuestión de apologética ni un acontecimiento maravilloso: ella no es signo más que en la medida en que la fe la ilumina, y es, al mismo tiempo, interior a la fe.
Maertens-Frisque, Nueva guía de la Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 36



En los textos bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y enviado son equivalentes. Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos elegidos, no están presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han sido enviados a cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en cierto sentido la del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo".
Para la realización de esta tarea reciben también la fuerza del Espíritu. El episodio de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no vieron directamente al Señor y para los que se han escrito todos los signos que Juan narra en su evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De cualquier modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos nos da su sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia de lo que se está presentando.
En el resucitado reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con ellos por los caminos de Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la historia es el Cristo de la fe, Jesús es el Cristo.
La más breve confesión cristiana quedará en esta palabra: Jesucristo.
Eucaristía 1990, 20



7.- Texto. La mañana del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío tiene su culminación en el cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo. Si por la mañana el sepulcro vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina la presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación Jesús-discípulos. De aquí arranca la intencionalidad del texto. Al servicio del final de la relación está el miedo de los discípulos; al servicio de la reanudación de la relación están el saludo, enfáticamente repetido, y la identificación del propio Jesús como la misma persona que antes habían conocido los discípulos. La reanudación de la relación se sella con la alegría de los discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan de Jesús como el Señor, enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la identificación de Jesús por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión de fe "ver al Señor".
Pero la reanudación de la relación es sólo un primer paso. El siguiente es el envío de los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío de Jesús por el Padre. Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra, como Jesús ha hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío no debe entenderse limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación discípulos es sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es la enviada.
El tercer paso es la donación del Espíritu, que capacita para el envío. El símbolo de exhalar el aliento significa la transmisión de vida. Aquí se trataría, por consiguiente, de una participación en la vida de Jesús resucitado, que posee personalmente el Espíritu de Dios y que lo transmite a la comunidad creyente.
El último paso es la potestad de perdonar los pecados. La potestad se da en el seno de la comunidad creyente, más allá y por encima de las concreciones históricas que esa potestad ha asumido con posterioridad.
A partir del v. 24 el relato avanza con la conocida historia de Tomás, al que el autor presenta como "uno de los doce", una expresión que en el cuarto Evangelio se reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los discípulos hacen ante Tomás confesión de su fe: "hemos visto al Señor". Tomás les responde que él hará suya esta misma confesión, siempre y cuando tenga razones tangibles para hacerlo. Jesús en persona le aporta esas razones y Tomás hace suya la confesión de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a Tomás el modo de llegar a ella, declarando, en cambio, bienaventurados a los que crean sin necesidad de basarse en la comprobación tangible.
A través de esta bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las personas no contemporáneas de Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así se pone explícitamente de manifiesto en los dos versículos finales, en los que el autor da cuenta de la doble finalidad de su escrito.
Con la mayor parte de los exégetas, la frase "para que creáis" no va dirigida a no creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a quienes se intenta afianzar en la fe que ya tienen.
Esta finalidad cristológica se completa con otra soteriológica: "para que tengáis vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un mensaje de salvación, poniendo explícitamente de manifiesto que no hay cristología separada de la soteriología.
Comentario. Más allá y por encima de las legítimas concreciones históricas que, sobre todo en lo relativo a la potestad de perdonar los pecados, ha ido asumiendo el texto de hoy, en él se plasman los componentes fundamentales del ser cristiano, a los que una y otra vez hay que remitir cuando de dar razón de lo que como Iglesia somos se trata.
Es bien sabido que el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero debe también saberse que en el cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los Doce, cuando de entender a Jesús se trata.
En el cuarto Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un ejemplo- quienes más se distinguen por la prontitud y facilidad en captar a Jesús. Y, sin embargo, la captación de Jesús constituye el rasgo básico y fundamental del ser cristiano. Captar a Jesús es llegar a descubrir en él al Hijo de Dios.
Nosotros estamos en condiciones de hacerlo con más facilidad incluso que los Doce. Este es probablemente el mensaje que quiere transmitirnos el autor de la historia de Tomás.
Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría, componente esencial del ser cristiano, no siempre suficientemente resaltado. Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de ánimo distendido y grato; fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece al ámbito de lo individual y privado.
Con el componente esencial del envío el ser cristiano se hace social y público. El envío no es proselitismo, sino presencia. El cristiano es otro Cristo; a través suyo toma cuerpo una forma de ser, de organizarse y de vivir. Una forma distinta, porque está animada por el Espíritu de Dios y porque en ella existe el perdón de los pecados.
A. Benito, Dabar 1992, 26



8.- Texto.-Son fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo.
Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso.
La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla.
Comentario. -Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en Jesús con signos realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy. Esta relación de fe y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el comienzo de la obra. Ahora bien, la elección del término "signo" nos está indicando que creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de superficie o de solas evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los testigos oculares.
SIGNO/QUÉ-ES: Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes.
Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!
A. Benito, Dabar 1986, 23



9.- Cuando se escribe este evangelio, el domingo, el día del Señor, es ya el día de la reunión de los cristianos. Estamos en el mismo día de la resurrección y es el mismo día de la efusión del Espíritu. Juan muestra que el misterio pascual es una unidad. Miedo y cerrazón. Unas actitudes de los discípulos que Jesús resucitado supera. A pesar del miedo y la cerrazón, él se les pone en medio. (Vale la pena tenerlo siempre presente: como una advertencia y como un motivo de esperanza). El evangelio subraya que la presencia de Jesús es real, pero distinta de la de antes, y que este Jesús es el crucificado: la resurrección no quita nada de la absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en todo caso, nos hace ir más allá, nos la hace mirar con otra esperanza.
Jesús puede dar aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús resucitado, dador de la paz, lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al principio de la comunidad hay ya alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a los discípulos. La misión de los discípulos es la misma de Jesús: ser testimonios del Padre, del Dios que ama tanto al mundo que le da la propia vida. Y el evangelista no habla de unos cuantos discípulos privilegiados, sino de todos. Empieza una nueva creación. Así como Dios había alentado sobre aquella figura de barro para darle la vida, Jesús da el Espíritu a los discípulos para que tengan su misma vida, una vida que se caracteriza por la reconciliación, por la capacidad de ser corderos de Dios que quitan el pecado del mundo a base de dar la propia vida por amor y con plena libertad. Tomás pide otros signos que no son el testimonio de la comunidad creyente que habla en nombre del Señor. De hecho, le bastará con el "reproche" que le dirige Jesús, y creerá como los demás, por su palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe. ¡Exclama que Jesús es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos que creerán por la palabra y el testimonio.
J. M. Grané, Misa Dominical 1992, 6



10.- Sentido del texto. 1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los discípulos, que habían comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran desamparados en medio de un ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús vivo. Pero están en la noche en que el Señor va a sacarlos de la opresión. Jesús viene a liberar a los suyos. Su primer saludo de paz recuerda a los discípulos su presencia anterior en medio de ellos y su victoria, eliminando el miedo y la incertidumbre. Se les da a conocer como el que les demuestra su amor hasta la muerte, con las señales que indican su poderío (manos) y la permanencia de su amor (costado). El nuevo saludo en v. 21 sirve para transmitir seguridad y valentía en la misión que comienza para ellos y que, como la de Jesús, va a consistir en la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total. La comunidad cristiana es la alternativa que Jesús ofrece para dar testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. El resultado de la misión de la comunidad viene formulado en términos positivo y negativo en el v. 23. Ante el testimonio de amor que la comunidad tiene que dar, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su adhesión y quienes se endurezcan en su actitud hostil al hombre. Como Jesús, pues, la comunidad es mediación de salvación o de condena, no porque ella enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella refrendará lo que cada uno es y decide de por sí.
2. Versículos 24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes, que es el lugar natural donde él se manifiesta y de donde irradia su amor. Tomás representa la figura de aquél que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en ella se manifiestan. En lugar de integrarse y participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración particular. No quiere aceptar que Jesús vive realmente y que la señal tangible de ello es la comunidad transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad transformada es ahora lo importante: ella es el medio que las generaciones posteriores tendrán para saber que Jesús vive realmente.
Dabar 1983, 23



11. PERDON/A.
Así como en la primera creación del hombre, Dios le infundió la vida, así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado, deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal del pueblo. En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para aplacar a Dios. Pero ese río de sangre no lograba destruir el pecado, y los mismos sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de rogar a Dios por los demás. Las ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón ni daban el Espíritu Santo.
Pero ahora, en la persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo nuevo. Aunque la humanidad siga pecando, ya el primero de sus hijos, el "hermano mayor de todos ellos", ha ingresado en la vida santa de Dios.
Los que se afanan por la vida espiritual, sufren sobre todo por la presencia universal del pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún totalmente liberados de él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos la riqueza más grande de la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que permite solucionar las grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra difícilmente en los corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no sabe perdonar, no sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor más auténtico.
Eucaristía 1992, 21



12.- Cristo es percibido como presente entre sus discípulos reunidos en la tarde del primer día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a las reuniones cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado por 1 Cor 15, 4 (uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no parece que se refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a los dioses a los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de testigos y la simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue. Posteriormente los creyentes tomaron este día como el más significativo para celebrar al misterio cristiano. Obligación de amor, que no de ley.
La misión de los discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-20; Lc 24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de la misión de Jesús (17, 17-19). Además no subraya el carácter universal de la misión; tal vez porque esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se escribe el evangelio de Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los discípulos son portadores de la misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad en la resurrección, tiene que acercarse a los extremos de la miseria humana; allí está su campo de misión, su labor de hacer ver que el mensaje pascual es coherente y válido.
A pesar de que en las diferentes Iglesias hay controversia sobre el punto de quién ejerce el don del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza perdonadora del resucitado reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús (cf. Mt 16, 19). Después de la resurrección es posible creer en el perdón porque el poder de las tinieblas ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en esto y trabajar en consecuencia es ser cristiano.
En adelante, la fe reposa no sobre el "ver", sino sobre el testimonio de los que han visto. Por esta fe es por la que los cristianos llegamos a Cristo (17, 20). Y recreamos en nuestras vidas el mismo hecho salvador de la cruz y la misma alegría de la resurrección. Así entramos en comunión con los Apóstoles, que "vivieron", y participamos de su experiencia pascual.
Eucaristía 1977, 20



13.- Podríamos llamar «oficiales», apariciones colectivas, a las de Jesús resucitado a todos los discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo día nos es señalado claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día de Pascua los discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han sido agraciados, se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33), Jesús se aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se aparece de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le refirieron sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por punto estas dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La elección de este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en la concreta indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio del evangelio de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).
DO/ANIVERSARIO: Este domingo después de Pascua es, verdaderamente, el primero de todos los domingos. En efecto, la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico, único en el transcurso de los siglos. La reunión de los discípulos, justamente una semana después, y la visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión como si le confiriese un carácter oficial, hacen que el misterio de la Resurrección deje de tener, si así se puede decir, carácter de acontecimiento para adquirir el de institución. Se trata de algo que no basta recordar como un hecho histórico, sino que es preciso celebrarlo, es decir, empaparse de su realidad y de su riqueza espiritual. La primera celebración de la Pascua tuvo lugar el primer domingo siguiente a la misma. De este modo, el domingo ha venido a ser el «hebdoversario» de la Resurrección, su celebración hebdomadaria.
Los discípulos del Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de dedicar al Señor un día por semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario conservar el ritmo religioso hebdomadario, pero también les era necesario indicar que convenía cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de la Resurrección del Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después de Pascua, contribuyó a este desplazamiento del día consagrado y de descanso. Con ocasión de la Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber pascual". Los inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han hecho el cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no retornar a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto de partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el cumplimiento pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a propósito del domingo octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava sea para ti una gran fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud, éste es el del aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro y la resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de que, igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden, más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se refiere, en efecto, a la vida de arriba».
L. Heuschen, La Biblia cada semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 175 S.

14.- Nos encontramos ante el segundo grupo de episodios narrados por el cuarto Evangelio en el contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto hay claramente tres perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos, sin Tomás (vv 19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y, finalmente, la conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos versículos (30-31) aparece la conclusión original de la obra, ampliada más tarde con la inclusión del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la escena de Tomás y la conclusión resulta todavía más directo e importante. La estructuración de las apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros episodios de este capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra, la aparición a Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María de Magdala, y el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de reconocer a Jesús y en la correspondencia de Jesús a la fe de los creyentes.
FE/VISION: Entre las muchas cosas que aparecen en estas escenas podríamos recoger una: el tema de la fe y la visión. Por una parte parece que Jesús niega que la visión haya de ser considerada por los cristianos como necesaria para la fe. Pero, en cambio, la fe -según este Evangelio- comporta una visión («si tienes fe, verás el poder de Dios», dice Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este Evangelio, una clara dialéctica entre visión y fe. Debemos destacar el carácter simbólico de la escena del ciego de nacimiento para comprender la profundidad de lo que se nos quiere decir: «Yo he venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos» (/Jn/09/39). El que se imagina que ve, el que ya tiene un conocimiento claro y definido de lo que ha de pasar («a nosotros nos consta...»: 9,24.29.31), en realidad ni ve ni sabe nada, es ciego. En cambio, el que todo lo ignora, el que no ve, éste llegará a contemplar el poder de Dios en Jesús. La visión no lleva necesariamente a la fe; en cambio, la fe sí que lleva a la visión.
Para aquellos que parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan la luz, pues piensan que ya la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En cambio, el que se siente en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se fía de sí mismo, tal vez la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria de Dios.
Oriol Tuñi, La Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 889 S.