miércoles, 25 de mayo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE CORPUS CHRISTI - 29 MAYO 2016

LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI



ORACION COLECTA
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos  dejaste el memorial de tu Pasión te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas.

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 14,18-20
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abran, diciendo: «Bendito sea Abrahán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.» Y Abran le dio un décimo de cada cosa.

SALMO RESPONSORIAL (109)
Tú eres sacerdote eterno, Señor Jesús.

Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» R.

Desde Sión extenderá el Señor  el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.» R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,23-26
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hacer esto cada vez que lo beban, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coman de este pan y beben del cáliz, proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.».
Él les contestó: «Denle ustedes de comer.».
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.». Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Díganles que se echen en grupos de unos cincuenta.».
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

COMENTARIO

En este día en que celebramos CORPUS CHRISTI, estamos llamados a entrar en un lugar  donde el pan y el vino dejan de serlo para convertirse en permanente presencia de Cristo en la Eucaristía.
Insertarnos en Cristo comporta siempre salir enriquecidos, no de bienes materiales sino llenos de su Espíritu en el corazón y en el alma. Treinta minutos, escasos, no son suficientes ni dan cuenta del valor que encierra la Eucaristía.
Pero, toda una vida cristiana, sería difícil de llevarla adelante sin el aprovisionamiento del pan único y partido. La festividad del CORPUS CHRISTI se hace demasiado grande para encerrarla en los cuatro muros de un templo. Es tan grande su misterio y tan en el corazón de la fe... que se desparrama por los aledaños y plazas saliendo de la mejor catedral o de la iglesia menos importante y más escondida
Es tan firme nuestra  devoción hacia la Eucaristía......que lo manifestamos públicamente, sin temor ni vergüenza, ante un mundo que ensucia y empapela las paredes no precisamente con palabras de verdad que llamen y empujen al amor verdadero.  
Es tan convencido nuestro aprecio por la presencia del Señor en la Eucaristía.....que necesitamos seguirle cuando, EL por delante, sale al asfalto en  medio de ciudades y pueblos, de hombres y mujeres gritándonos: ¡DIOS
ESTA AQUÍ!.
Impresiona tanto la “reserva” del AMOR de DIOS en el Sagrario... que sale en CUSTODIA para que el mundo entienda que sin Él, el ser humano,  será un fracasado.
CORPUS... es manifestar públicamente la convicción de todo cristiano católico que siente y vive en la Eucaristía el AMOR que Dios nos tiene.
Que sabe que siempre hay un Misterio escondido detrás de las especies del pan y del vino. CORPUS... es el AMOR de DIOS que toma cuerpo....que se hace cuerpo; visible, alimento, vino y pan. Y, si el amor de DIOS se hace cuerpo, nuestras calles se hacen hueco y se abren de par en par  para que, por unos momentos, se conviertan en mesa interminable donde los seguidores de Jesús celebren, proclamen, vivan y coman su pan multiplicado. CORPUS... es el AMOR de DIOS a los hombres y - en trampolín- amor y servicio, generosidad y justicia, perdón y fraternidad...... de los hombres con los propios hombres.
Si el AMOR DE DIOS se hace cuerpo, por nosotros, nosotros somos urgidos por imperativo de Jesús Eucaristía a ser igualmente cuerpo visible de: justicia y del compartir, de alegría y de tolerancia, de respeto y de fe de reconciliación y de esperanza, de ilusión de coraje, de piedad y de compromiso   continuado en pro  de una sociedad que no tiene más esquemas sino el poder  para tener.

PLEGARIA UNIVERSAL
Por medio de Jesucristo Sacramentado, en este día de su fiesta, presentamos a nuestro Padre del Cielo las necesidades del mundo y de la Iglesia. Respondemos. R. Danos el pan de cada día.

1.-  Por el Papa Francisco para que Cristo, alimento cotidiano, sea su fuente continua de fortaleza, ante la tarea de gobernar, la barca de Pedro. R. Danos el pan de cada día.

2.-  Por los gobernantes del mundo, para que la primera y principal preocupación en sus decisiones sea el sustento de la gente. R. Danos el pan de cada día.

3.-  Por los que andan faltos de pan material, de trabajo, de salud o de fe, para que el paso de Cristo sacramentado por su vida alivie su dolor y encienda la pasión por su enseñanza.  R. Danos el pan de cada día.

4. Por las familias, para que tengan siempre, además del pan cotidiano, el Pan de la Palabra de Dios y el Pan de la Eucaristía, que es Pan de Vida Eterna. R. Danos el pan de cada día.

Padre del Cielo, que enviaste a tu Hijo Unigénito para redimirnos el mismo a quien hoy adoramos en el Santísimo Sacramento, te pedimos que por su intercesión des a tu pueblo cuanto con confianza te solicita. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Concede, Señor a tu Iglesia el don de la paz y de la unidad, significado en las ofrendas sacramentales que te presentamos. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
La comunión de tu Cuerpo y tu Sangre, Señor, signo de banquete del Reino que hemos gustado en nuestra vida mortal, nos llene de gozo eterno de tu divinidad. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 30: Pe 1, 1-7; Sal 90; Mc. 12, 1-12.
Martes 31: Sof. 3, 14-18; Sal 12; Lc. 1, 39-56.
Miércoles 01: Ti. 1, 1-3.6-12; Sal 122; Mc. 12, 18-27.
Jueves 02: Ti. 2, 8-15; Sal 24; Mc. 12, 28b-34.
Viernes 03: Ez. 34, 11-16; Sal 22; Rm. 5, 5b-11; Lc. 15, 3-7.
Sábado 04: Is. 61, 9-11, 1Sal 2; Lc. 2, 41-51.

Domingo 05: 1R. 17, 17-24; Sal 29; Gl 1, 11-19; Lc.  7, 11-17.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 9, 11b-17

1.- Texto.
Retomamos el evangelio de Lucas, que a partir de hoy va a servirnos de hilo conductor. El texto está precedido y seguido por una misma pregunta: ¿quién es Jesús? Entre lo que unos y otros opinan, el autor intercala su propia opinión por medio de un relato en el que nos muestra a Jesús en acción.
Esta acción está hecha de acogida y preocupación por la gente. A la gente que le busca, Jesús les da cuanto él posee: su enseñanza y su poder curativo. Con posterioridad, Jesús no se desentiende de esa gente abandonándola a su propio destino, a pesar de que la lógica de la situación y del cálculo aconsejaría hacerlo. Lo imprevisible, el milagro, es el resultado de un comportamiento de estas características.
El relato lo conocemos también por los otros tres evangelistas. Pero en ninguno de ellos tiene el matiz pedagógico que tiene en Lucas. Fiel a su preocupación de profundizar en la instrucción cristiana, Lucas nos presenta a Jesús como modelo de comportamiento a imitar por el cristiano. Un modelo volcado siempre hacia los demás, preocupado e interesado por ellos, mirando antes por ellos que por sí mismo.
Comentario.
De la pluma de Lucas el Corpus de este año tiene un lema muy claro: Los demás como objetivo.
EU/A-H: Los demás como objetivo a descubrir, no a conquistar. Sensibilidad para el problema que el otro tiene. Delicadeza para saberse poner en el lugar del otro.
Los demás, más allá del círculo familiar. Estos en realidad forman parte de uno mismo. Los íntimos son la fuerza que tú tienes para dar acogida a los demás.
Los demás en concreto, con un rostro, con nombre y apellidos, con la fuerza de la proximidad geográfica.
Los demás como objetivo más allá del cálculo o del riesgo programado, más allá de los egoísmos que atenazan y limitan.
A partir de un comportamiento así es como puede acontecer el milagro de lo inesperado, de lo impensable incluso. Sólo si no se hace nada por los demás, es como nunca puede suceder nada que valga la pena.
ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 29
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2.- Los hechos históricos, en sí mismos, son realidades mudas. Hablan cuando alguien los interpreta. ¿Cuál es la interpretación de Lucas del hecho histórico de la multiplicación de los panes? El relato está configurado como un diálogo entre Jesús y los doce. Son éstos quienes lo inician con una respuesta razonable (v. 12). Jesús les propone otra (v. 13a). Los doce la consideran inviable, pero estarían dispuestos a poner los medios para hacerla viable (v. 13b). El diálogo se desarrolla, pues, en términos de propuestas y contrapropuestas normales; no hay nada que haga pensar en una intervención milagrosa, ni siquiera cuando Jesús pide a sus discípulos que hagan sentar a la gente (v. 14b).
Sólo el v. 16 rompe el desarrollo normal, introduciendo la intervención milagrosa de Jesús. Literariamente hablando, se trata de una intervención inesperada. Esto quiere decir que Lucas no está interesado en resaltar lo extraordinario de la escena, aunque indudablemente lo presupone.
ENTREGA/CSO  Una vez más, Lucas ha elaborado el relato en perspectiva catequética. Catequesis a los doce (=los guías) sobre cómo tienen que actuar en la comunidad cristiana. Esta actuación no debe ser el desentendimiento (¡que se las arreglen como puedan!, cfr. v. 12), por muy comprensible y razonable que pueda éste parecer. Su actuación debe ser la entrega, la disponibilidad, la búsqueda de soluciones, por muy costosas que éstas sean. Es entonces cuando se produce el milagro. El milagro de una comunidad donde no hay necesidades, donde todo fluye a raudales y que incluso sobra.
En realidad, la óptica de Lucas en este relato (a diferencia de los otros evangelistas) no es la eucaristía. Y, sin embargo, su relato puede leerse en un día significativamente eucarístico. La Eucaristía, como Jesús la entendió, es la gran señal de una comunidad en torno a una misma mesa, donde a nadie le falta nada y donde todo es alegría de vivir.
DABAR 1977, 37
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3.- El contexto vital del relato originario es una comunidad que espera la ayuda y la salvación de Jesús en el que ve la plena realización escatológica. Se trata del mundo teológico palestinense que esperaba la salvación definitiva con el retorno de Jesús. Hay que recordar las más antiguas celebraciones litúrgicas fuertemente impregnadas de la espera escatológica. El relato de hoy se apoya en la espera cristológica y escatológica. Antes han preguntado... quién es éste...? (9,9), hay después la confesión de Pedro (9, 20). La multiplicación de los panes prepara la manifestación cristológica de 9, 28-36.
En el texto, Jesús se presenta como "redentor" que anuncia el reino y cura a los enfermos. Acoge al pueblo con su palabra y con sus obras. El gesto de dar de comer a la gente le presenta como "redentor" que está siempre con los suyos.
El pueblo se confía a Jesús, pero los discípulos no tienen la misma confianza. A través del servicio de los apóstoles, el pueblo se reúne en comunidad del reino de Dios. Con todo este relato no presenta sólo al Jesús histórico, sino la experiencia de fe de la comunidad primitiva que en la eucaristía ha encontrado al Señor.
El es quien da y se da. Los discípulos distribuyen en su nombre.

Así cumplen el mandato de Jesús: dadles vosotros de comer. Jesús va más allá de toda espera humana. No da palabras sino que se da a sí mismo, quiere encontrar al hombre en sus necesidades concretas, quiere saciar el hambre de las profundas exigencias humanas. El es el pan "partido" y "compartido" que debe continuar en la vida de los discípulos.
P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 11
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4. EU/ALIENACION

Si la exégesis de los relatos de la multiplicación de los panes es exacta, plantea un problema grave a la conciencia del cristiano que lleva en su corazón la preocupación por sus hermanos hambrientos. Las comunidades primitivas dan, en efecto, la impresión de haber suavizado el gesto concreto de Cristo saciando el hambre de una multitud hambrienta, en un proceso de idealización y de espiritualización bastante grave. Al orientar la óptica del relato hacia el simbolismo eucarístico (v. 16; cf. Jn 6), la experiencia escatológica o la significación misionera (tema de la recogida de los restos para darlos a los ausentes), etc., los primeros cristianos dan a algunos la impresión de que se evadían de las exigencias del hambre para refugiarse en un reino que no es de este mundo, en el que se recibe un pan que no está sumergido en las contingencias de aquí abajo, donde no será necesario preocuparse del alimento cotidiano.
Esta concepción es evidentemente falsa y distorsiona gravemente el pensamiento de Jesús. Por otra parte, éste no ha instituido una Iglesia cuya misión estaría reducida a saciar los cuerpos. Si los primeros cristianos dieron al relato una interpretación eucarística, esto se debe a que la saciedad de los cuerpos está estrechamente ligada a la saciedad de los corazones. En efecto, el pan eucarístico sólo sacia el corazón del hombre animándole a amar mejor a sus hermanos y a procurarles el pan que no tienen.
El pan eucarístico no enriquece: empobrece, puesto que sólo puede ser comido por aquellos que se abren a la voluntad del Padre. Y nos permite unirnos a los pobres en su lucha contra el hambre y sus causas precisamente porque nos hace pobres espiritualmente.
De este modo, la participación en el pan eucarístico de nosotros, ricos, debe hacernos cada vez más desprovistos, arrancarnos a los bienes perecederos y a su esclavitud. La liturgia del pan de la vida eterna es una llamada incesante a una mayor pobreza.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 319 ss.
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5.- Comentario. Nos hallamos ante un relato. La ocasión está propiciada por el gentío que se ha reunido en torno a Jesús. Dada la hora, los doce aconsejan a Jesús que despida al gentío para que éste pueda proveer a sus necesidades de alojamiento y comida. Ya tenemos, pues, al primer personaje del relato: los doce.
Representan la razón, la lógica. Entra en escena el segundo personaje: Jesús. Proveed vosotros. Representa la sinrazón, la ilógica. Dos personajes, pues, representando dos papeles, dos posturas contrapuestas. El resto del relato lo conocemos,. Cada personaje representa su papel parcamente, escuetamente. El autor del relato no nos distrae con curiosidades sino que va derecho al resultado: todos comieron y aún sobró, tantos cestos cuantos personajes razonables: doce.
Desde el comienzo de su obra, el autor del tercer evangelio viene insistiendo en lo siguiente: fíate de Dios y acontecerá lo que parecía absurdo e imposible. Ha propuesto dos modelos: María (cfr. /Lc/01/38) y Pedro (/Lc/05/05). Ahora vuelve a insistir en lo mismo, poniendo como modelo al propio Jesús. Fíate de Dios y acontecerá lo que te parecía imposible. Esta es la razón de ser de este relato. Fíate de Dios.

DABAR 1983, 32
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6.- El gesto de la multiplicación de los panes constituye uno de los signos reveladores más importantes de todo el evangelio. Como es habitual en Lucas, la figura de Jesús comienza a manifestarse también aquí a partir de la doble perspectiva de las palabras y los hechos: abre ante los hombres el camino del reino que ofrece la salud o vida nueva (9, 11). Sobre ese fondo, ligeramente precisado, viene a revelarse el signo de los panes.
La esperanza en el banquete constituía uno de los grandes elementos de la apocalíptica tradicional. El apocalipsis de Isaías precisaba: "Y preparará Yahveh Sebaot para todos los pueblos un festín de suculentos manjares, un festín de vinos generosos" aluden a la felicidad del que recibe el pan del reino (Lc 14, 15) o cuando afirman que Jesús anhela ansiosamente la comida del reino que se acerca (Lc 22,16).
Sobre este fondo se precisa todo el contenido del signo de los panes. Los que siguen a Jesús han tenido que prescindir de las seguridades que el mundo les ofrece: entra la noche y están solos; sienten hambre y no disponen de comida, pues se encuentran lejos del poblado (9, 12). Pues bien, en medio del desierto, a la llegada de la noche, Dios repite los antiguos prodigios de la historia de su pueblo; aunque los hombres piensen estar solos y perdidos, Jesús se encuentra en medio de ellos repartiendo su misterio a manos llenas: enseña, cura, ofrece el alimento.
Es difícil encontrar una imagen más valiosa del sentido y de la obra de Jesús. Los que le siguen tienen que arriesgarse, dejando atrás el mundo antiguo, su seguridad y su comida. Pero, una vez que ya lo han hecho no necesitan decir nada: Jesús sabe su necesidad y les ayuda.
No interesa demasiado la manera concreta en que el signo se realizó. Lo que importa es que Jesús dio de comer abundantemente al pueblo. Lo que importa es que su gesto vino a suscitar entre los suyos el entusiasmo mesiánico de forma que los hombres descubrieron que el banquete del reino ya ha empezado a realizarse. Parece como si de pronto se hubieran rasgado los antiguos niveles de las cosas; da la impresión de que el mundo de los pobres y perdidos de la tierra se termina y surge la verdad definitiva de la vida.
A manera de conclusión, quisiéramos señalar con brevedad los elementos más valiosos del signo de los panes:
a) en primer lugar, el gesto constituye una revelación escatológica; por medio de Jesús, Dios se está mostrando como aquél que ofrece el alimento de la vida al pueblo.
b) En el gesto se desvela el poder de los apóstoles; por sí mismos son incapaces de ofrecer comida al pueblo (9, 13); sólo cuando reciben el pan que les regala el Cristo pueden alimentar verdaderamente al pueblo.
c) Dentro de una vivencia eclesial el milagro se ha convertido en anticipo y señal de la eucaristía; el mismo comportamiento de Jesús que pronuncia la bendición, parte el pan y lo ofrece a los hombres nos dirige en esta dirección; por eso, aquel comer juntos en la tensión de la esperanza escatológica, se ha venido a convertir en el signo fundamental de la iglesia.
d) Todo esto nos lleva finalmente hacia otro plano: la comida fraternal y abundante donde los dones del reino se ofrecen a todos los salvados debe anticiparse en la comida de la tierra. Eso significa que los bienes de este mundo son los medios, los manjares de un banquete en el que todos se encuentran invitados; por eso, en una sociedad donde la injusticia separa brutalmente a los unos de los otros es muy difícil recordar el gesto de la multiplicación de los panes y celebrar de verdad la eucaristía. Jesús ha invitado a todos con unos mismos panes (en la multiplicación y en la eucaristía); los bienes del banquete del reino son comunes. Pues bien, una sociedad donde los hombres se roban mutuamente la comida (se oprimen mutuamente), está indicando que no sigue a Jesús ni desea tender hacia el banquete de su reino.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1303 s.
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7. ¿Entiendes lo que ésto significa?
Fuente: Catholic.net
Autor: P . Sergio A. Córdova

Hay, en Tierra Santa, un pueblecito llamado Tabga. Está situado junto a la ribera del lago Tiberíades, en el corazón de la Galilea. Y se halla a los pies del monte de las Bienaventuranzas. La Galilea es una región de una gran belleza natural, con sus verdes colinas, el lago de azul intenso y una fértil vegetación. Este rincón, que es como la puerta de entrada a Cafarnaúm, goza todo el año de un entorno exuberante. Es, precisamente en esta aldea, donde la tradición ubica el hecho histórico de la multiplicación de los panes realizada por Jesús.
Ya desde el siglo IV los cristianos construyeron aquí una iglesia y un santuario, y aun hoy en día se pueden contemplar diversos elementos de esa primera basílica y varios mosaicos que representan la multiplicación de los panes y de los peces.
Pero hay en la Escritura un dato interesante. Además de los relatos de la Pasión, éste es el único milagro que nos refieren unánimemente los cuatro evangelistas, y esto nos habla de la gran importancia que atribuyeron desde el inicio a este hecho. Más aún, Mateo y Marcos nos hablan incluso de dos multiplicaciones de los panes. Y los cuatro se esmeran en relatarnos los gestos empleados por Jesús en aquella ocasión: “Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos –dio gracias, nos dice san Juan—, los partió y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente”.
Seguramente, los apóstoles descubrieron en estos gestos un acto simbólico y litúrgico de profunda significación teológica. Esto no lo adviertieron, por supuesto, en esos momentos, sino a la luz de la Última Cena y de la experiencia post-pascual, cuando el Señor resucitado, apareciéndose a sus discípulos, vuelve a repetir esos gestos como memorial de su Pasión, de su muerte y resurrección. Y, por tanto, también como el sacramento supremo de nuestra redención y de la vida de la Iglesia.
Año tras año, el Papa Juan Pablo II escribe una carta pastoral dirigida a todos los sacerdotes del mundo con ocasión del Jueves Santo, día del sacerdocio y de la Eucaristía por antonomasia. El año pasado la hizo extensiva a toda la Iglesia, convirtiéndola en una carta encíclica para todo el orbe católico: “Ecclesia de Eucharistia”. Yo invitaría a todos los que vean este artículo de hoy a leer y a meditar en el contenido espiritual tan rico y profundo de este documento brotado del corazón mismo de Juan Pablo II.
“La Iglesia vive de la Eucaristía”. Así inicia el Papa su meditación. “Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia”. Y a continuación tratará de hacernos comprender, valorar y vivir esta afirmación inicial.

En efecto, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia –y, por tanto, de cada uno de los bautizados— porque brotó del amor redentor de Jesucristo, la instituyó como sacramento y memorial de su Alianza con los hombres; alianza que es una auténtica redención, liberación de los pecados de cada uno de nosotros para darnos vida eterna, y que llevó a cabo con su santa Pasión y muerte en el Calvario. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Cristo sobre la cruz nos hablan de este mismo misterio.
El Sacrificio eucarístico es –recuerda el Papa, tomando las palabras del Vaticano II— “fuente y culmen de toda la vida cristiana”. Cristo en persona es nuestra Pascua, convertido en Pan de Vida, que da la vida eterna a los hombres por medio del Espíritu Santo.
Juan Pablo II nos confiesa que, durante el Gran Jubileo del año 2000, tuvo la grandísima dicha de poder celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén, en el mismísimo lugar donde la tradición nos dice que fue realizada por Jesucristo mismo la primera vez en la historia. Y varias veces ha traído el Papa a la memoria este momento de gracia tan singular. El Papa sí valora profundamente lo que es la Eucaristía. En el Cenáculo –nos recuerda el Santo Padre— “Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros” (Eccl. de Euch., nn. 1-2).
Estos gestos y palabras consacratorias son las mismas que empleó Jesús durante su vida pública, en el milagro de la multiplicación de los panes. Si Cristo tiene un poder absoluto sobre el pan y su naturaleza, entonces también podía convertir el pan en su propio Cuerpo, y el vino en su Sangre.
Y decimos que la Eucaristía es el “memorial” de nuestra redención porque –con palabras del mismo Santo Padre— “en ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca, sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos”. Esto, precisamente, significa la palabra “memorial”. No es un simple recuerdo histórico, sino un recuerdo que se actualiza, se repite y se hace realmente presente en el momento mismo de su celebración.
Por eso –continúa el Papa— la Eucaristía es “el don por excelencia, porque es el don de sí mismo (de Jesucristo), de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación.
Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos… Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención” (Eccl. de Euch., n. 11).
Ojalá, pues, que en esta fiesta del Corpus Christi, que estamos celebrando hoy, todos valoremos un poco más la grandeza y sublimidad de este augusto sacramento que nos ha dejado nuestro Señor Jesucristo, la Eucaristía, el maravilloso don de su Cuerpo y de su Sangre preciosa para nuestra redención: “Éste es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía”.
Que a partir de hoy vivamos con una fe mucho más profunda e intensa, y con mayor conciencia, amor y veneración cada Eucaristía, cada Santa Misa: ¡Gracias mil, Señor, por este maravilloso regalo de tu amor hacia mí!



viernes, 20 de mayo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO SANTÍSIMA TRINIDAD CICLO C - 22 MAYO 2016

¿PUEDE VIVIRSE EL MISTERIO DE LA TRINIDAD?.


ORACION COLECTA

Dios, Padre todopoderoso que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria  de   la  eterna  Trinidad y  adorar su Unidad todopoderosa. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

Así dice la sabiduría de Dios: «El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponla un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la
tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.».

SALMO RESPONSORIAL (8)

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?. R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.

Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y les lo anunciará.

PLEGARIA UNIVERSAL

Por medio de Jesucristo y con la Ayuda  del Espíritu Santo, presentamos al Padre las necesidades de la Iglesia y del mundo. Repetimos. R. Santísima Trinidad, escucha nuestra súplica.

1.- Por el Papa  Francisco, para que el Espíritu Santo le guie, le aliente y le ayude en el gobierno de la Iglesia y en la evangelización de  los  pueblos. R. Santísima Trinidad, escucha nuestra súplica.

2.- Por todos aquellos que buscan la paz, la justicia y el bien común para que vena fructificar su trabajo y esfuerzo. R. Santísima Trinidad, escucha nuestra súplica.

3.- Por los enfermos, para que la fuerza del Espíritu Santo les acompañe en estos momentos y por méritos de Cristo, el Padre haga retornar pronto en la salud. R. Santísima Trinidad, escucha nuestra súplica.

4.- Por todos los que seguimos a Cristo para que pronto seamos uno, y así sea la Iglesia reflejo de la Trinidad Santísima. R. Santísima Trinidad, escucha nuestra súplica.

Padre, que guiados por el Espíritu seamos cada día más fieles a las enseñanzas de Cristo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Por la invocación de tu santo nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en ofrenda perenne a tu Gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Al confesar nuestra fe en la Trinidad Santa y eterna y en su Unidad indivisible, concédenos Señor y Dios nuestro encontrar la salud del alma y del cuerpo Nuestro el sacramento que hemos recibido. Por Neutro Señor Jesucristo.

COMENTARIO

Cuando tocamos el tema de la Trinidad aparece nuestra curiosidad: “¿Cómo tres es igual a uno?”. Jesús no es el maestro de la curiosidad, sino el maestro de la experiencia. Nos ha dicho: hagan la experiencia del amor del Padre. Hoy nos dice: hagan la experiencia de la ciencia del Espíritu y verán cómo él les conduce a la verdad completa. De esta forma, nuestra aproximación de la Trinidad se convierte en nuestra manera de portarnos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu. ¿Acaso esto nos divide? ¿Nos convierte en unos críticos o en unos carismáticos que, de todas formas, se olvidan un poco del Padre? Es posible que reaccionemos así, pero Jesús nos orienta hacia algo muy distinto de la dispersión. “Todo lo que posee el Padre es mío, y lo que les comunicará el Espíritu, lo ha recibido de mí”. ¿Es posible evocar mejor la unidad trinitaria?. Esto se traduce para nosotros en la unidad de la revelación. No hay una revelación del Padre que sea la del Antiguo Testamento, luego una revelación del Hijo en los evangelios, y finalmente una revelación del Espíritu en la vida de la iglesia. Algunas visiones del judeocristianismo imaginan este proceso, pero ¡eso sí que es dividir  la Trinidad! En realidad es la misma revelación la que progresa a lo largo de los siglos según la  evolución de los hombres y la pedagogía de Dios, se trata siempre de la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu. Cuando Jesús  nos dice que el Espíritu nos guiará “hacia la verdad plena” y lo llama “El Espíritu de verdad” podría creerse que nos ofrece a un teórico de la religión.
Pero basta con leer los Hechos de los apóstoles, el evangelio del Espíritu, para ver que seguimos estando en la verdad evangélica, es decir en una “práctica”, en una vida según Jesús  que tiene que transformarnos en verdaderos hijos de Dios. 
Seguiremos estando en el mundo de la experiencia, única base de la fe y de la devoción trinitaria. Esta experiencia del Padre, del Hijo y del Espíritu se irá elaborando poco a poco como teología, pero en su punto de partida está el triple encuentro con Yahvé con Jesús y con el Espíritu de Pentecostés; la Trinidad será siempre un misterio  que  vivir. ¿No es un misterio que escudriñar?. Sí, pero para vivirlo mejor. ¿Cómo vivirlo?. Por el evangelio si es para nosotros una llamada a realizar constantemente una triple experiencia trinitaria. La de la oración que va  modelando poco a poco en nosotros un  corazón de  hijos: “¡Padre, venga a nosotros tu reino!”.
La experiencia fraternal que nos hace comulgar con Jesús: “Amen como yo y por medio de mí”.
Y finalmente la experiencia de la fuerza de vivir: el coraje de realizar nuestra tarea humana en cualquier situación según las inspiraciones  del  Espíritu.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 23: 1Pe. 1, 3-9;   Sal 110;  Mc.  10,  17-27.
Martes 24: 1Pe. 1, 10-16; Sal 97; Mc. 10,  28-31.
Miércoles 25: 1Pe. 1, 18-25; Sal 147; Mc. 10, 32-45.
Jueves 26: Ap. 21, 1-5; Sal 44;   Mt. 11,  25-30.
Viernes 27: 1Pe. 4, 7-13;  Sal 95;  Mc.  11, 11-25.
Sábado 28: Judas 17, 20b-25; Sal 62; Mc. 11, 27-33.
Domingo: Gen. 14, 18-20; Sal 109; Cor. 11, 23-26; Lc. 9, 11b-17





COMENTARIOS AL EVANGELIOJn 16, 12-15

1.- Texto. Los discípulos no comprenderían ahora lo que Jesús tendría aún que decirles (v. 12). El Espíritu será guía de la verdad plena porque no lo hará por cuenta propia sino en calidad de portavoz e intérprete de Jesús (vs. 13-14) y, en definitiva, del Padre (v. 15). J/VERDAD VERDAD/J: Sentido del texto. Es importante empezar notando que el texto opera con la identificación Jesús-verdad. La verdad no es pues un concepto o una categoría sino una persona. La verdad plena es la comprensión más profunda de Jesús y de su mensaje. Pleno, pues, no en sentido de totalidad cerrada sino en sentido de más profundo. El conocimiento de una persona no se hace ni se agota una vez por todas: se va haciendo continuamente, diariamente. Facilitar este conocimiento es la tarea y la función del Espíritu: El irá llevando al grupo cristiano a un conocimiento cada vez más hondo de Jesús. Este conocimiento es el contenido de la expresión del v. 12: "muchas cosas me quedan por deciros".
"Comunicar lo que está por venir" (v. 13) significa hacer ver a las generaciones venideras el significado que para ellas posee lo que Jesús hizo y enseñó. La mejor preparación cristiana para el porvenir no es una previsión exacta del futuro sino un conocimiento profundo de lo que Jesús significa para cada época. Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, es decir, en su persona, que sólo puede ser conocido a medida que la experiencia coloca a la comunidad delante de nuevos hechos o circunstancias. Los cristianos deberán saber estar abiertos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que se la interpreta.
El Espíritu, posibilitando un mayor conocimiento de lo que Jesús significa para cada época, glorifica a Jesús es decir, manifiesta quién es, sus enormes posibilidades de vida, de amor, de fuerza transformadora para nuestro mundo. Y, en última instancia, manifiesta al fascinante, maravilloso y sorprendente Dios de Jesús, al Padre.
DABAR 1980, 32



2.
Es cierto que Jesús ha presentado a sus discípulos la verdad de todo lo que él oye (15, 15). Pero los próximos al Jesús histórico no han llegado a captar el alcance de lo dicho. Sobre todo por lo que se refiere al fracaso de la pasión, cf. 19, 17; Lc 11, 46; 14, 27; Gál 6, 2.5). Tal vez haya que reconocer simplemente que la comprensión progresiva del evangelio es parte del querer de Dios sobre los hombres. En la fe es preciso andar sin parar, pero sin prisas.
Uno de los cometidos del Espíritu es llevar a los discípulos hasta el conocimiento pleno de Jesús. Del mismo modo que Jesús remite a su Padre (7, 17-18; 12, 49), el Espíritu remite al Hijo. Lo que en otras palabras quiere decir: la única revelación posible es el Hijo. O, dicho de otro modo: la única forma de acceso a Dios es la persona de Jesús. Cuando en la vida del cristiano esto deja de ser teoría se convierte en algo con una temible capacidad de transformación.
Esta es una expresión que indica cómo los tiempos completos, el fin último de todas las cosas, se realizará según el modelo que es el mismo Cristo.
Que el Espíritu glorifica a Cristo es realidad en la medida en que conduce a los discípulos progresivamente al conocimiento de la realidad que se manifiesta en él; y, al mismo tiempo, acaba su obra, que era la de glorificar o manifestar al Padre. Así la obra de revelación aparece coherente en lo que llamamos misterio trinitario. Una visión que solamente es comprensible desde dentro, desde presupuestos de fe.
EUCARISTÍA 1977, 27



3.
No obstante la profundidad y la cantidad de las palabras de Jesús a sus discípulos, cuando tiene que irse todavía les queda a éstos mucho que aprender. El mismo evangelista Juan nos dice que los discípulos de Jesús llegaron a comprender algunas palabras del Maestro tan sólo después de su muerte y resurrección (2, 22: cfr. 12, 16; Lc. 24, 25-27). Pero aparte aquellas palabras de Jesús referentes a su muerte y resurrección y cuyo alcance no podían medir sus discípulos hasta después de los acontecimientos y bajo la nueva luz pascual, debemos afirmar que la profundización en el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Maestro sería posible únicamente bajo el influjo del Espíritu Santo. Fruto de esa comprensión interior son las cartas de Pablo, la Epístola a los Hebreos y el mismo Evangelio según San Juan.
Jesús es la misma Verdad o Palabra de Dios. Y el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, el que Cristo envía desde el Padre; por lo tanto, el Espíritu de la Verdad. De ahí que esta Verdad sólo pueden comprenderla plenamente los que reciben su Espíritu.
El Espíritu no enseñará nuevas verdades, sino que conducirá al pleno conocimiento de la Verdad. Será un Espíritu para recordar lo que el Padre reveló de una vez por todas en Cristo, que es su Palabra; será también un Espíritu para anunciar lo que aún está por ver, la manifestación de Jesús cuando vuelva sobre las nubes del cielo.
Lo mismo que Jesús glorificó al Padre dando a conocer a los hombres lo que él había recibido del Padre, así el Espíritu glorificará a Cristo conduciendo a los hombres al pleno conocimiento de la Verdad y comunicándoles lo que él recibe de Cristo.
EUCARISTÍA 1974, 34



4.
El evangelio de hoy es un fragmento del discurso de despedida de Jesús en la última Cena. El tiempo es breve para Jesús y tiene aún muchas cosas que comunicar a los suyos. Por eso, al no poder ahora decirlo todo, habla del Espíritu de la Verdad, el Defensor (Paráclito), diciendo que será él quien les hará conocer todo lo que les enseñó Jesús. No les dirá cosas distintas o referentes a otras verdades no explicadas por Jesús. La función del Espíritu será ir iluminando las palabras de Jesús, las mismas que él dijo a los discípulos. Estando Jesús ausente corporalmente, su Espíritu permanece en medio de los suyos, y les va recordando y aclarando el sentido de sus enseñanzas.
El Espíritu se va a convertir, por tanto, en el Maestro que enseña en los corazones de los discípulos todo lo que salió de la enseñanza de Cristo, y siempre les hará ver más clara la esperanza en el futuro y en la recompensa.
El Espíritu ayudará a descubrir la gloria de Jesús haciendo descubrir todo lo que Jesús dijo e hizo por los hombres. Jesús glorificó al Padre revelando el Padre a los hombres (Jn 17, 4), el Paráclito glorifica a Jesús revelándolo a los hombres.
Todo lo que es del Padre es de Jesús. El mismo misterio del Padre relacionado con el Hijo es lo que el Espíritu anunciará mostrando en realidad quién es Jesús, cuál es su dignidad, cuál la misión que ha tenido, qué gloria va a compartir con todos nosotros.
J. M. VERNET
MISA DOMINICAL 1983, 11



En el evangelio de Juan, Jesús es el revelador del Padre, el que explica y muestra quién es y cómo es este Dios, a quien nadie ha visto nunca. Ahora, en el interior del discurso de despedida, Jesús dice a los discípulos que todavía les debe decir más cosas, pero que no las podrían soportar. Probablemente se refiere a su pasión, muerte y resurrección, sólo comprensibles con la luz del Espíritu de verdad.
El Espíritu es quien conducirá a los discípulos hacia el conocimiento de la verdad plena. Jesús ha sido el testimonio de la verdad. El Espíritu continúa su obra en la comunidad de discípulos de Jesús. No revelará nada nuevo, pero guiará hacia la verdad entera, es decir, conducirá a los discípulos hacia Jesús, que es la verdad del Padre.
Así como Jesús no hablaba por su cuenta, sino que decía lo que había oído al Padre, también el Espíritu de Jesús "hablará de lo que oye". "Y os comunicará lo que está por venir": más que entender el Espíritu como un futurólogo, se trata seguramente de ver en el Espíritu a aquel que, en cada momento de la historia, suscita en los discípulos la capacidad de vivir en concreto y de acuerdo con las circunstancias de la misma vida de Jesús.
El Espíritu da gloria a Jesús porque comunica la vida de Jesús, igual como Jesús daba gloria al Padre al comunicar su vida a los discípulos. La consecuencia es clara: los discípulos de Jesús dan gloria a Dios si anuncian, comunican y hacen participar a los demás de la vida que Jesús les ha dado, la misma vida de Dios.
J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1992, 8



6.
Texto. Está entresacado de la conversación de Jesús con sus discípulos poco antes de partir para el Padre. El primer versículo pone expresamente de manifiesto el carácter inconcluso de la revelación de Jesús durante el período de su vida terrestre: hay muchas cosas con las que los discípulos de entonces no podían cargar. Las palabras miran hacia el futuro de la comunidad creyente, un futuro que se prevé difícil, como lo sugiere el propio verbo empleado ("cargar"), tras el que late la imagen del acarreo de cargas pesadas. Puesto que la perspectiva es el futuro de la comunidad creyente, resulta inútil cavilar sobre qué es lo que Jesús no podía decir todavía a sus discípulos. La frase se refiere a situaciones comunitarias posteriores, obviamente imprevistas en el presente de los discípulos con Jesús.
Lo verdaderamente importante y decisivo es la presencia del Espíritu en el futuro de la comunidad, una presencia que le abrirá a ésta la posibilidad de entender su situación existencial a la luz de las palabras de Jesús.
VERDAD/RV: Al Espíritu se le designa como "Espíritu de la verdad". Función suya, entre otras formuladas en otros textos, es guiar a la comunidad creyente hacia la totalidad de la verdad. La verdad de la que aquí se habla es la revelación que promete la vida y que ha traído Jesús. Se trata de la penetración profunda en el contenido de la revelación y simultáneamente de su aplicación al comportamiento de la comunidad en medio del mundo. En comparación con otras funciones que se le asignan al Espíritu en el cuarto evangelio, ésta es la que cobra mayor relieve en la experiencia cristiana.
El Espíritu no oscurece la posición reveladora de Jesús. La función de guía del Espíritu está en conexión con Jesús, al igual que Jesús lo está con el Padre. La comunicación de lo que está por venir no debe entenderse como algo completamente nuevo más allá de la revelación de Jesús, algo así como la manifestación de sucesos futuros. "Hablar de lo oído y comunicar lo que está por venir" son, en realidad, expresiones mutuamente complementarias. El Espíritu no anuncia nada nuevo, sino que abre el mensaje mismo de Jesús a las nuevas y cambiantes situaciones de la comunidad, de forma que ese mensaje vaya adquiriendo su sentido siempre actual. La guía del Espíritu saca a la luz del día a día cambiante las insospechadas e insondables virtualidades de la revelación del Padre traída por Jesús. Lo que está por venir no son sucesos futuros, sino la actualización de la definitiva revelación que Jesús hizo del Padre, revelación que en este texto y en el resto del cuarto evangelio recibe el nombre de "la verdad".
Comentario. La liturgia del día nos invita a centrar nuestra atención en Dios. ¿Cómo hacerlo? Los caminos con punto de partida en análisis de carencias y necesidades humanas tiene graves y, tal vez, insalvables inconvenientes, el único camino con garantía absoluta es Jesús.
Acercándonos a Jesús empezamos descubriendo en él una personalidad humana extraordinaria: su actitud, sus palabras, sus gestos, sus acciones así lo confirman. Jesús despierta simpatía y confianza aun sin haberle visto. J/PADRE: Pero poco a poco este descubrimiento inicial se nos queda corto. La persona de Jesús, en efecto, nos abre horizontes y honduras que trascienden lo humano. A través de Jesús y en Jesús Alguien demuestra una total y absoluta realidad, no obstante su invisibilidad. Alguien está ahí y es. No sabiendo cómo llamarle, le llamamos Dios. Jesús no le llama: está en El y vive con El, en cercanía y familiaridad humanamente inexplicables.
Llega un momento en que el trato con Jesús y el conocimiento de él nos llevan a la certeza total de Dios, aunque no acertemos a explicar su realidad. Lo que sí es cierto es que, a través de Jesús, Dios adquiere unos perfiles bien delimitados, que explican y dan respuesta a nuestras más hondas aspiraciones. Gracias a Jesús estamos absolutamente seguros de que nosotros no llegamos a Dios a partir de nosotros mismos, sino que nosotros adquirimos explicación a partir de Dios y que, por eso, nuestra vida tiene sentido.
ALBERTO BENITO
DABAR 1992, 33





jueves, 12 de mayo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE PENTECOSTES CICLO C - 15 MAYO 2016

“¡VEN ESPIRITU SANTO!”



ORACION COLECTA

Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés  santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todo los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.».

SALMO RESPONSORIAL (103)

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!.
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonados los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.».

COMENTARIO

Los discípulos tienen miedo a los judíos y se encierran en una casa. Allí permanecen hasta que la fuerza del Espíritu, como un viento impetuoso, los eche a la calle y los disperse por toda la tierra.  También nosotros, no obstante creer que Jesús ha resucitado, seguimos teniendo miedo. Sobre todo, miedo a la vida y a la libertad. Se nos ha educado en el miedo. Se nos ha dicho muchas veces que la vida es un peligro, y nos hemos olvidado que el mayor peligro  es renunciar a la vida... por miedo.  Contra el miedo que guarda la ropa e inventa sistemas de seguridad, Jesús nos ofrece la paz verdadera en medio de los peligros del camino y aún en medio de las persecuciones.  Nos ofrece la paz de los testigos, la paz y el coraje del que predica el evangelio y confiesa que el mundo no puede dar. Jesús les muestra las llagas para que comprueben que es él mismo, el que fue crucificado y ahora sigue viviendo. Todo el evangelio es la gozosa proclamación de esa identidad: Jesús, el que padeció bajo Poncio Pilato y no otro, es el Señor. En esta alegría se cumple lo que Jesús les había prometido.  Con esta alegría deberán anunciar a todo el mundo que han visto al Señor y que el Señor vive. Evangelizar es anunciar la buena noticia, la mejor de todas. Y esto sólo puede hacerse con inmensa alegría. Jesús los envía al mundo lo mismo que él fue enviado por el  Padre.    La misión de los   discípulos,   la  evangelización,  no será posible sin la fuerza del Espíritu  Santo. El gesto de Jesús encuentra su antecedente en Gn 2.7, donde se dice que Dios exhaló su aliento sobre el rostro de Adán y éste comenzó a vivir. También ahora comienza una nueva vida, una nueva creación. Esta nueva creación proclamada por el evangelio es obra del Espíritu. Pero la vida nueva no es posible sin el perdón de Dios como base de reconciliación entre todos los hombres. Predicar el evangelio es reconciliar con la fuerza del Espíritu Santo, es recrear todas las cosas. Es menester que el Espíritu nos invada ya que la vida cristiana es una experiencia de vida invadida por el Espíritu. Él no tiene rostro, pero todos sus nombres dicen que es invasión: fuego, agua, espíritu, respiración, viento. En Pentecostés hizo que la iglesia despegase y tomara vuelo.  Hay que decirle: “Ven”, cuando se bloquea algo en nuestra vida personal o colectiva. Después de la fuerza de la partida, es la fuerza de la marchar hacia delante. La audacia de hablar, de insistir, de crear. Para ver todo esto tenemos los Hechos de los apóstoles (¡tendríamos que leerlos más!) y cualquier vida de un santo.  Él es el huésped interior, el espíritu de las profundidades que sin él quedarían sin explotar. El nos arranca de lo superficial, nos hace vivir en donde se hunden las raíces y donde manan las fuentes. Y nos impulsa hasta el fin: “Les guiará a la verdad completa” (Jn 16, 13). La única verdadera devoción al Espíritu Santo es decirle “¡Ven!”, no para una cita tranquila con él – no es ése su estilo- sino para dar el paso de amor y de coraje que la vida nos pide.

PLEGARIA UNIVERSAL

Cristo nos envía el espíritu Santo para que nos ayude en nuestras necesidades. Vamos a presentar a nuestro Padre del cielo nuestras peticiones con la confianza que nos da el sabemos amados por El. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

1.- Envía, Señor, tu Espíritu de Sabiduría sobre la iglesia. Por el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los diáconos y todas las personas que con su servicio ayudan a la Iglesia, para que reciban la luz necesaria a la hora de expandir el mensaje de Cristo. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

2.- Envía, Señor, tu Espíritu de Fortaleza, por todos los que están pasando por situaciones difíciles, por los enfermos, los que no tienen un empleo, los que están solos, lo que no te encuentran. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

3.- Envía, Señor, tu espíritu de Caridad, por los pobres, por los carentes de amor, de comprensión, de solidaridad, para que encuentren una mano generosa que les ayude en su necesidad. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

4.- Envía, Señor, tu Espíritu de Entendimiento. Por los gobernantes, por los que tienen poder para tomar decisiones, por los responsables de hacer que cesen las guerras, para que lleguen a un entendimiento que haga vivir en paz a los pueblos. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

5.- Envía, Señor, tu Espíritu de Piedad. Para que sepamos vivir en cercanía contigo rechazando todo lo que nos hace romper la amistad contigo y con los hermanos. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

6.- Envía, Señor tu Espíritu de Alegría. Por todos lo que en estos días reciben el Sacramento e la Confirmación para que lleven a todos la alegría de ser discípulos misioneros de Cristo. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

7.- Envía, Señor tu Espíritu de Bondad. Por todos los que se dedican a los demás, tanto si difunden tu Palabra, como si ayudan a otros en sus necesidades, para que Tú les concedas la humildad, la sencillez y el desprendimiento que este servicio conlleva. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

8.- Envía, Señor, tu Espíritu de Generosidad. Por las necesidades de todos los que compartimos esta Eucaristía (un momento de silencio) para que Tu, Señor, nos ayudes a solucionarlas con la mayor generosidad. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Dios Padre nuestro, siempre atento a nuestras necesidades, deseamos que estas suplicas sean bien recibidas por Ti, que siempre, de una manera u otra, escucha a tus Hijos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Te pedimos, Señor que según la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo nos haga comprender la realidad misteriosa de este sacrificio y nos lleve al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Oh Dios, que has comunicado a tu Iglesia los bienes del Cielo, conserva los dones que le has dado, para que el Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza y la eucaristía, que acabamos de recibir acreciente en nosotros tu salvación. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 16: Sant. 3, 13-18; Sal 18; Mc. 9, 14-29.
Martes 17: Sant. 4, 1-10; Sal 54; Mc. 9, 30-37.
Miércoles 18: Sant. 4, 13-17; Sal 48; Mc. 9, 38-40.
Jueves 19: Gen. 14, 18-20; Sal 10; Lc. 9, 11b-17.
Viernes 20: Sant. 5, 9-12; Sal 102; Mc. 10, 1-12.
Sábado 21: Sant. 5, 13-20; Sal 140; Mc. 10, 13-16
Domingo 22: Prov. 8, 22-31; Sal 8; Rom. 5, 1-5; Jn. 16, 12-15.

COMENTARIOS AL EVANGELIO

1.- El evangelista quiere demostrar que con la resurrección de Jesús se ha creado una situación totalmente nueva. La resurrección señala el inicio de una nueva creación que toma forma en la comunidad neotestamentaria de la salvación.
Con la exaltación del Resucitado se pasa del tiempo de Cristo al tiempo del Espíritu. El resucitado actúa en la comunidad con el poder y la actividad del Espíritu. Este poder y esta actividad manifiestan al mundo la misión que los apóstoles han recibido de Cristo. Con ocasión del bautismo de Jesús, el ES había consagrado de manera oficial al Mesías y había inaugurado su actividad pública.
En Pentecostés el Espíritu hace que el pequeño núcleo de discípulos se presente en público, asuma el lugar que le toca en la historia de la salvación y que no lo abandone hasta el retorno del Señor. La misión de los discípulos es anunciar el don de la reconciliación y de la paz.
Hay cuatro hechos principales:
1. El saludo, el don de la paz, que ahora es la paz mesiánica prometida para los tiempos escatológicos. Paz que, para los discípulos reunidos, quiere decir perdón por la infidelidad durante la pasión, superación de la incredulidad y victoria sobre el miedo.
2. La identificación de Cristo. Es aquel con quien convivieron, al que crucificaron... sus manos y sus pies...
3. La misión. La paz y el perdón que ellos reciben deben transmitirlo a todos los hombres.
4. El "aliento" que indica la realidad y la naturaleza del don que se les ha hecho. "Recibid el Espíritu". Al principio de la creación el espíritu planeaba sobre las aguas -Gn 1. 2-, es el soplo de Dios que ha dado vida al hombre (Gn 2. 7). Así ahora el Espíritu plasma el hombre nuevo e inaugura la nueva creación.
PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 11



 2. ES/MISION:
El evangelio de hoy fue leído ya el domingo segundo de Pascua, dentro del contexto más amplio del episodio de Tomás. El fragmento de hoy está centrado en el Espíritu como don pascual de Cristo resucitado. La escena se desarrolla, efectivamente, "al anochecer de aquel día", "el primero de la semana" (cf. 20. 1) que, paralelamente al primer día del Génesis, supone el inicio de la nueva creación y de la nueva alianza. Jesús exhala su aliento sobre el grupo de los discípulos y les da su Espíritu del mismo modo que Dios infundió su aliento sobre el primer hombre para darle la vida (cf. Gn 2. 7).
Juan no habla de misión en su evangelio hasta que en este momento es el Resucitado quien da el Espíritu y la misión a los discípulos, a los representantes de todos los que, por su palabra, van a creer en Jesús. Donación del Espíritu y misión están íntimamente unidos: Jesús les da el Espíritu para que les consagre como lo consagró a Él y sean enviados como Él fue enviado. La misión supone una oferta de vida y de salvación a todos los que quieran creer, ya que están llenos de este Espíritu que es fuente de vida; y Jesús va a estar presente en esta misión de los discípulos ("el que recibe a mi enviado me recibe a mí", /Jn/13/20) del mismo modo que el Padre siempre estaba presente en la suya ("el que me ve a mí, ve al que me ha enviado", Jn/12/45).
J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 12



La Pascua comienza de color rojo y termina de color rojo: el Viernes Santo, cuando Jesús empieza su paso de muerte a vida, el rojo de los ornamentos nos habla de sangre derramada, de testimonio ardiente; el domingo de Pentecostés, concluimos la celebración de este paso de muerte a vida con el rojo del fruto, del fuego que renueva e ilumina, del testimonio de los creyentes transformados por el Espíritu de JC.
Recordar la entrega de JC y celebrar el don del Espíritu nos invita a pensar en una fe que haga de nosotros hombres y mujeres con empuje, con ilusión, con entrega. Hombres y mujeres que quieren vivir de modo que se note que hemos sido tocados por una sangre derramada con amor infinito, y que hemos sido introducidos en una vida más fuerte que todo mal. Hombres y mujeres que aman profundamente su fe, y que creen que por sus venas circula la misma savia que circulaba por las venas de JC y que quieren compartir esa alegría con todo el mundo.
J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988, 11



4.- A este texto remitía la siguiente frase de hace dos domingos (del ciclo A): Aquel día sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros (Jn.14,20). Aquel día se refiere a la escena de hoy, a Pentecostés. El autor del cuarto evangelio concibe este día y esta escena como la inauguración del tiempo último y definitivo de la historia. Los participantes en la escena son los discípulos. En el cuarto evangelio este término designa a los creyentes en Jesús. Su alcance va, pues, más allá de los doce, como también va más allá del día indicado en el texto la situación de cautela y de miedo.
En el atardecer del domingo de Pascua Juan sitúa retrospectivamente situaciones de cautela y de miedo posteriores. Es pues toda la comunidad creyente la que se alegra con los que vieron a Jesús resucitado. Y es también toda la comunidad creyente la que recibe el siguiente encargo de Jesús:
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. A lo largo de la pasada cuaresma hemos tenido ocasión de familiarizarnos con el sentido y la función que este envío o misión tienen en el cuarto evangelio. Se trata de un trabajo fatigoso y complejo porque choca con tendencias muy arraigadas, que, a pesar de ser religiosas, pueden desfigurar a Dios y al Hombre. Los creyentes han recibido de Jesús el encargo de llevar adelante la tarea emprendida por Jesús.
Cuentan para ello con el mimo Espíritu que él tenía. Es este Espíritu el que eleva a los cristianos a la categoría de signo visible de gracia y de enjuiciamiento en el tiempo último y definitivo inaugurado por El.
Comentario. El creyente en Jesús sabe hoy que Jesús está con el Padre, que él está con Jesús y que Jesús está con él. Hoy, Pentecostés, cuando el Espíritu de Jesús y del Padre se posesiona del creyente y lo eleva a sacramento de Dios en el mundo. Hoy, Pentecostés, cuando el mundo empieza a ser definitivamente nuevo, porque las gentes pueden entenderse desde su propia peculiaridad, y Babel, es decir, la confusión deja paso a la comprensión. Hoy, Pentecostés, cuando todos empezamos a ser conscientes de que formamos un solo cuerpo.
A.- BENITO
DABAR 1990, 31


5.- Texto. La opción que los discípulos han hecho por Jesús les ha granjeado la enemistad de los judíos. La expresión miedo a los judíos es de carácter religioso. No significa miedo al pueblo judío (los discípulos eran judíos), sino miedo a la exclusión de la sinagoga, decisión esta que los guardianes de la Ley de Dios habían tomado contra todo el que reconociera a Jesús como Mesías (ver Jn.9,22). Excluidos de la comunidad creyente, los discípulos de Jesús eran un grupo sin puesto y sin paz.
La presencia de Jesús cambia esta situación de los discípulos. Es el Jesús de siempre, al que habían conocido, con el que habían convivido y por el que habían optado. Jesús les devuelve primero la paz de la que carecían por estar excluidos de la sinagoga. En segundo lugar, Jesús les da un puesto y una razón de ser en el mundo convirtiéndolos en enviados suyos, de la misma manera que él lo había sido antes del Padre. Surge así la comunidad creyente, que se llamará Iglesia para distinguirse de la Sinagoga.
A diferencia de ésta, caracterizada por el espíritu de la Ley, la nueva comunidad se caracteriza por el Espíritu de Jesús y del Padre. En razón de este Espíritu la nueva comunidad encarna la oferta de gracia de Dios a los hombres. Las últimas palabras del texto se pueden parafrasear de la siguiente manera: Vosotros sois a partir de ahora los responsables de la oferta de mi Padre a todos los hombres. De vosotros depende ahora esta oferta.
Los destinatarios de estas palabras no son sólo los doce como a veces se piensa, sino la totalidad de la comunidad. El trasfondo de este texto no es jerárquico, sino comunitario. El sentido de estas palabras es a su vez mucho más amplio y rico que la práctica del actual sacramento de la Penitencia.
Comentario. El texto de hoy es especialmente significativo para la Iglesia por cuanto que marca el comienzo y el sentido de su andadura. Por su comienzo la Iglesia nace excluida de lo que había sido su medio y marco de referencias religiosas. Históricamente la Iglesia nace sin puesto y contra corriente, pero no respecto al mundo civil, sino respecto al mundo religioso. El valor de ejemplaridad de los comienzos de la Iglesia reside en que los problemas le vienen del propio mundo de la creencia.
La misión de la Iglesia es ser reveladora de Jesús y, en última instancia, de Dios. La misión la realiza en la medida en que es portadora del Espíritu de Jesús y de Dios. Vistas las cosas en sus comienzos históricos (así es como necesariamente las tiene que ver la exégesis), este Espíritu, que en razón de su origen se llama santo, está en las antípodas del espíritu que reina en los responsables de la Ley de Dios. Los retos no le vienen a la Iglesia desde el exterior. El auténtico reto es su capacidad de apertura al Espíritu de Jesús. Este Espíritu cambia mucho las cosas. Probablemente las renueva siempre.
A.- BENITO
DABAR 1989, 27



Con la reiteración del saludo en el v.21 se inicia el segundo momento: libertad para una nueva forma de existencia. Es la misión de la comunidad cristiana, alentada por el Espíritu del Padre y del Hijo. Una comunidad donde es posible la unidad dentro mismo de la multiplicidad, donde pueden entenderse personas con ideas distintas, porque todos están situados en una realidad que los transciende a todos, al mismo tiempo que los constituye: el Espíritu del Padre y del Hijo. Es así y sólo así como la comunidad cristiana es referencia de esperanza para los demás hombres y grupos. Es así y sólo así como es reveladora del Padre.
Es así y sólo así como es generadora de madurez; una comunidad así, porque da la medida y la talla de lo que es un grupo de gente madura, se convierte en modelo referencial para todos. No porque esta comunidad enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella pone de manifiesto y refrenda lo que cada uno es. Confrontándose con ella, los hombres pueden conocer su propia situación; gracias a ella pueden saber si han tomado la dirección satisfactoria o la dirección frustrante.
DABAR 1980, 31



Viernes Santo, pascua de resurrección, ascensión y pentecostés: en esta secuencia temporal celebra la fe el único misterio pascual de la exaltación de Jesús y de la salvación del hombre.
También el envío del Espíritu pertenece al acontecimiento pascual y se proclama en el evangelio de Juan el domingo de pascua.
El saludo pascual del resucitado es "¡Paz!"; su don es la alegría. Ambas cosas son frutos del Espíritu Santo (cf. Gál 5,22); él es el gran don pascual que encierra en sí todos los demás dones. El Espíritu une para siempre a todos los discípulos con su Maestro, con su Señor resucitado; reúne a todos entre sí e inaugura un mundo nuevo por medio del perdón de los pecados.
Lo dicho anteriormente se expresa en la narración de Juan con un gesto: el soplo de Jesús sobre sus discípulos. Esto evoca el episodio del Génesis (2,7), donde se dice que Dios exhaló su aliento sobre Adán y éste comenzó a vivir. Aquí también se trata de una creación, una nueva vida, que es posible al hombre después de la resurrección.
La conversión y el perdón de los pecados aparecen siempre en la primera predicación apostólica impulsada por el Espíritu Santo.
EUCARISTÍA 1989, 22



9.- En la culminación del tiempo de Pascua, leemos una escena del mismo día de Pascua (que ya leímos el domingo segundo). Eso nos muestra que lo que hoy celebramos es realmente una de las caras de la resurrección de Jesús.
Jesús resucitado es, para nosotros, aquel que nos ha dado su mismo Espíritu, su Espíritu Santo. La resurrección de Jesús significa para los discípulos experimentar que en su interior tienen aquel mismo Espíritu que movió a Jesús, y que los identifica con él: incluso Jesús hace el gesto físico de exhalar el aliento sobre ellos, para significar que les traspasa lo que el lleva en su interior.
Y este don del Espíritu es lo que hace realidad en el creyente y en la Iglesia lo que Jesús dice y da en esta aparición a los discípulos: la paz que es la síntesis de todos los bienes; la misión de anunciar la Buena Noticia, para continuar la misión que el Padre encomendó a Jesús; el mensaje del perdón y la reconciliación de los hombres con Dios, de la que los continuadores de Jesús quedan constituidos también intermediarios.
JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 7



10.-En Juan, Pascua y Pentecostés se unen. El mismo día en que Jesús resucita, «el primer día de la semana», infunde sobre sus discípulos el Espíritu Santo. Lo hace con un gesto magnífico: exhalando su aliento sobre ellos. Este soplo recuerda, en primer lugar, el primer soplo de Dios sobre el hombre, y lo llenó de espíritu de vida. Jesús comunica a sus discípulos su aliento, su espíritu, el primer día de la primera semana de la nueva era para la nueva humanidad. Estos discípulos revivieron y quedaron transformados, recreados; empezaron a ser hombres nuevos, superando miedos y tristezas.
Por otra parte, este aliento de Jesús significa que transmite a los discípulos su propio Espíritu, que es algo suyo y que es el regalo de su Pascua. Ahora los discípulos, animados por el Espíritu, continuarán la obra de Jesús y harán presente a Jesús. Es fácil, porque el Espíritu es el mismo.
CARITAS 1991, 1, pág. 245



11.- El Espíritu Santo es el aliento de Jesús. Lo que respira la Iglesia es el Espíritu de Jesús. Lo que nosotros oramos en el Espíritu es la oración de Jesús. Toda nuestra vida íntima es la vida de Jesús, que el Espíritu nos comunica.
El mismo día de Pascua, el Señor resucitado, rebosante de Espíritu, exhaló su aliento sobre sus discípulos. Un gesto vitalista que recuerda el de la creación. Cristo quiso recrear a sus discípulos desanimados, sin «espíritu de vida»; por eso, sopló sobre ellos el Espíritu vivificador. El Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos, resucitaría también a sus discípulos medio muertos.
Y aquellos hombres se llenaron de vida nueva. Fue el primer día de la semana cuando Dios se puso a crear. Este sería el primer día de la nueva creación. Empezaba así la era del Espíritu.
CARITAS 1992, 1, pág. 253



12.- Todo fue el día primero de la semana, el día del sol, después del descanso del sábado. Fue la resurrección de Jesucristo, y desde entonces ese día es el Día, el sol de primavera que no termina. Fue también la efusión del Espíritu, un aliento que todo lo vivifica, lo reanima y lo fecunda. Es el soplo de la creación segunda. En el día de Pascua, Jesús continúa la creación del Padre, exhalando su Espíritu, dando vida a sus discípulos, vida de su propia vida.
Pero este aliento de Jesús llega también a nosotros, produciendo los mismos efectos que en los primeros discípulos. La verdad es que el aliento de Jesús llena toda la tierra. El es nuestra oración y la oración del mundo.
Quien recibe este Espíritu no sólo se santifica, sino que es capaz de santificar, de perdonar pecados, de trabajar por un mundo nuevo. Hay que alentar sobre toda muerte y toda impureza. Hay que dejarlo todo lleno de limpieza y hermosura. Hay que llenarlo todo del Espíritu de Jesús.
CARITAS 1993, 1, pág. 278